sobre las cosas del vivir



jueves, 14 de noviembre de 2013

nubes y claros...



Nubes: Las mañanas de algunos días si es difícil encontrar una ilusión con la que levantarse. Las cosas feas con las que es necesario cruzarse por la vida. Los problemas reales que pinchan en el corazón. Miedos, los verdaderos y los falsos, arrepentimientos, sensación de culpa. Las necesidades que impone la vida (aunque cada vez van siendo menos). Cuando una alegría o una sonrisa no tienen con quien ser compartida. No ser capaz de pedir un abrazo porque te sientes débil. Hay lugares y ciudades que son grandes nubes negras, también hay personas que son enormes nubes negras (de esas hay que procurar mantenerse lo más lejos posible). Algunas noches de cansancio y melancolía tan llenas de soledad. Cuando el mar queda lejos. Algunos recuerdos.

Claros: Esas otras mañanas que comienzan con sonrisas entre las sábanas. La ilusión por las pequeñas cosas. Las cosas hermosas, aunque no tengan valor, esas cosas iluminan la vida. Cuando caminas con seguridad y tienes la sensación de que nada puede dañarte. Sonreír mirando los ojos de alguien sabiendo que te comprende. Los animales. Las risas. Los juegos. Soñar sin importar si los sueños se harán realidad. Desear. Dibujar y escribir, mis mañanas en el estudio. Los besos. Comer sola junto al patio. El mar, siempre el mar, es un claro infinito. Algunos espacios que son refugio. La música. El silencio. Los colores. Las velas con sus luces y sus penumbras. Las caricias y las palabras que acarician. Algunos recuerdos.


martes, 12 de noviembre de 2013

roto...



Hoy he roto un plato. Se me ha caído de las manos al ir a colocarlo en la estantería. Es un platito de porcelana sin importancia, no entiendo por qué me duele si ya he aprendido que la vida es ir perdiendo.
A otros se les rompe la vida, ni siquiera intentaban poner la vida en una estantería, la vivían, como la vivimos todos, sin pensar que puede romperse de golpe. ¿Por qué no pensamos que la vida en cualquier momento puede romperse?
Allí, al otro lado del mundo hoy hay miles de vidas rotas, un huracán, un terremoto, la guerra, un incendio. Cerca, en mi país, en mi ciudad, en mi calle, la violencia, el hambre, la enfermedad, la injusticia.

Se me ha roto un plato, sólo eso... y ganas de llorar.





domingo, 10 de noviembre de 2013

al atardecer...



Al atardecer volvió y se dio cuenta de que toda la vida había girado de ese modo tan extraño, había dado tantas vueltas, para llegar a ese punto y entonces tuvo que decidir y decidió fingir que era feliz, así las nubes que se habían vestido de fiesta no se sentirían defraudadas. Fingió como había fingido tantas otras veces, para no defraudar.
En ese momento las nubes se pusieron a bailar lento y comprendió que era mejor amar, bailar lento con las nubes y dejar de fingir.

Antes de que fuese demasiado tarde.



jueves, 7 de noviembre de 2013

las cosas que admiro...

(Pieza de la serie "Iluminados" de Cayetano Romero)
Barro cocido, luz y palabras.

Las cosas que admiro que me hacen seguir creyendo en algunos hombres y en algunas mujeres:
La serenidad. El equilibrio. La alegría. El amor a los animales. La capacidad de callar, escuchar y comprender incluso lo contrario a lo que se piensa. La honestidad. La pasión. Saber estar y saber irse. La humildad. La delicadeza. La risa. Hacer algo difícil y que parezca fácil. Hacer fácil lo difícil. La elegancia. La ternura. El sentido del humor. La paciencia. El respeto.

La fantasía.


martes, 5 de noviembre de 2013

la casa...



Se entraba a la casa por la parte de atrás, era como si estuviese del revés, se entraba por la cocina. Eso también pasaba en la casa de mis padres y pensé que quizás fue el motivo de que todo terminase así. Pero cuando vi que delante de la cocina, que era muy pequeña, había un porche precioso dejé de desconfiar, y sentí que para entrar bien en un espacio nuevo, en una situación desconocida o en una historia inexistente es necesario confiar.
Tenía el porche unos pilares grandes con una parra que dibujaba sombras violetas sobre el suelo empedrado, no era una casa en Andalucía, estaba muy lejos de aquí, pero el suelo era de piedras redondeadas como en los cortijos antiguos y las paredes estaban encaladas en blanco. El porche terminaba en una alberca grande, me acerqué a tocar el agua cristalina, estaba helada,  podría bañarme cada mañana y en las noches de verano, fue ahí cuando comencé a sentir una felicidad inmensa, se mezclaba la sorpresa con la sensación de un deseo cumplido y con la ilusión.
En la cocina no cabía ni una mesa pero tenía unos ventanales enormes dando a ese jardín lleno de cielo y nubes, después de la cocina había una especie de comedor estrecho y alargado, pensé que cuando pudiese haría una reforma y ampliaría la cocina para crear un lugar mágico, la felicidad seguía creciendo imaginando lo que podría hacer con aquella casa, a partir de ahí todo fue increíble, me habían dicho que la casa era tan económica porque tenía sólo un dormitorio, pero a medida que la recorría aparecían nuevos espacios que me sorprendían y me daban más y más felicidad.
Atravesando lo que parecía ser el salón se llegaba a otro jardín, tenía un huerto pequeño, ahí yo cultivaría lo necesario para comer, tomates y lechugas, zanahorias y hierbas aromáticas; de pronto olí a azahar, había unos limoneros y un naranjo en flor, se me saltaron las lágrimas de alegría. Todo era demasiado hermoso para ser verdad.

Ha sido un sueño, claro, pero la emoción y la alegría han sido verdaderas.
Al despertar esta mañana, en lugar de sentir decepción por perder un sueño, he saboreado y aún conservo una intensa sensación de felicidad, la que sólo algunos sueños pueden dar.


domingo, 3 de noviembre de 2013

pequeña...




¿Qué fue de ti, pequeña?
Encontré tu foto el otro día, entre las fotos antiguas que nunca miro, junto a la foto de tu madre y esa otra en la que estáis todos los hermanos, los tres sobre la cama de tus padres, antes de la soledad y el dolor, también está el monito René y tu padre, joven y guapo abrazando a tu hermanita ¿qué fue de todos vosotros?. Son fotos que evito porque no quiero verte ni tenerte que hacer esta pregunta que hoy te hago.
¿Qué fue de ti? te lo pregunto al empezar este mes que siempre me sienta tan mal, noviembre y su melancolía.
Hoy te he visto, inmóvil desde entonces, un poco más desvaída ¿qué pasaba, pequeña? ya sabías lo que era la pena, eras tan pequeña, pequeña, ¿por qué lo sabías ya?.
Eras muy lista.

Siempre he creído que en esa mirada me estabas mirando a mi.


jueves, 31 de octubre de 2013

los muertos...



Desde hace unos años, no muchos, la gente se disfraza, como hacen en otros paises y la noche de los muertos se convierte en una fiesta.
Nunca hubo aquí esa costumbre, llegó impuesta por las películas americanas y nosotros, que vamos más lejos, lo hemos convertido en carnaval. Por las calles bailan y cantan las brujas y las calaveras, pero yo de verdad estoy triste, aunque me pregunto si no sería ésta tu última broma, morir el día en el que bailan los muertos.
¿Recuerdas? tú siempre me decías que me querías tanto tanto que cuando murieses volverías como fantasma porque no querías dejarme nunca, así eras tú, alegre, hasta con la muerte bromeabas, a tu lado todo parecía fácil y todo daba risa.
Yo te rogaba que no lo hicieses y tú decías Uhhhh asustándome y abrazándome.
Unos minutos antes de morir, el uno de noviembre, con tu última sonrisa fuiste aún capaz de bromear y me dijiste de nuevo que volverías como fantasma porque me querías demasiado para dejarme sola (sólo tú sabías lo débil que puedo llegar a ser y cuánto tiempo continuaría necesitándote) entonces te lo pedí por favor, fue lo último que te pedí, vuelve aunque sea como fantasma, no me dejes nunca.

Así lo hiciste, pasan los años y sigues bromeando conmigo. Ahora el día de tu muerte, aunque yo intente esconderme y evitarlo, es una fiesta.

martes, 29 de octubre de 2013

domingo, 27 de octubre de 2013

mi ausencia...



Esa fue una mañana gris. Había ido a comprar unas flores, al volver las planté en unas macetas de barro y las regué. Salí a hacer una foto para decir que había plantado unas flores (últimamente las palabras van acompañadas de imágenes). También hice una foto del estudio desde la terraza. Era la foto de mi ausencia. Estaba la taza dorada porque voy tomando el café a sorbitos. Estaban los libros, el cuaderno donde dibujo o escribo. Estaba mi desorden, la regla, el pegamento, los almohadones, las zapatillas bajo la mesa, había salido descalza, muchas veces se me olvidan las zapatillas y voy descalza por la casa. Estaba todo menos yo, sentada en el sofá, pasando de un libro a otro, de un pensamiento a otro de un día a otro.

Es la foto de mi ausencia, estaba a punto de borrarla cuando he comprendido que nunca me había visto tan nítidamente...


jueves, 24 de octubre de 2013

el viaje...



Primero lo prepararía con muchísima ilusión. Creo que esa parte es la que más me gusta de los viajes, hacer una maleta diminuta con muy pocas cosas, viajar ligera de equipaje. Acabo de comprar una bolsa de viaje, la que siempre había soñado, de cuero, hecha a mano, qué pocas veces se encuentra lo que se había soñado, qué absurdo dejarlo pasar, aunque era muy cara la he comprado sin dudar. En esa bolsa metería la ropa elegida para ese viaje, lo pensaría mucho porque no sabría qué tendría que hacer allí. Daría paseos por una ciudad desconocida, ¿o sería un pueblo? ¿iría a una playa? ¿a un parque? ¿haría frío? ¿tendría que ir a alguna cena?. Llevaría un sueter de cuello alto y unos jeans, el collar de nácar y una camisa de seda.
Haría primero un viaje en avión, el avión siempre me hace creer que todo es posible, si se puede volar, todo se puede.
Al llegar hablaría otro idioma, me gusta hablar otros idiomas, hablando en otro idioma también se es un poco otro.
Buscaría una estación de autobús y recorrería kilómetros através de espacios amplios, sonreiría a mi imagen reflejada en el cristal, siempre sonrío a mi imagen en el cristal cuando viajo en autobús o en tren. También sonreiría al llegar, estoy segura.

Entonces, si hiciese el viaje, comenzaría la historia.


martes, 22 de octubre de 2013

mi privilegio...



Me ha despertado la luz del día. Soy consciente de mis privilegios, no me permito olvidarlos ni acostumbrarme a ellos, sería como perderlos.
Es un gran privilegio que me despierte la luz del día y no tener que levantarme con prisas. Puedo desayunar en calma, respirar despacio, moverme lentamente y hacer de los pequeños actos cotidianos un juego o un rito.
Es un gran privilegio tener tiempo.
La luz del día era blanca y densa, incluso el canto de los pájaros se hizo lento. El cielo también era blanco; mi privilegio blando comenzaba a disolverse y  no sabía qué hacer con él.
En la esquina de la calle han abierto una pequeña tienda de flores. He ido a comprar un pensamiento violeta y una clavelina roja, quería poner color a mi tiempo blanco hoy.

Intentando engañar a la melancolía.


domingo, 20 de octubre de 2013

mis amigos...



Normalmente no los veo ni estoy con ellos, estamos muy lejos durante días, meses o años. Puede pasar que cuando hablamos o nos vemos, no nos entendamos ni estemos de acuerdo con las cosas que pensamos o sentimos. Hablamos. En ocasiones incluso los recuerdos que nos unen parecen distintos y entonces nos reímos de nosotros mismos porque no somos capaces de retener lo que vivimos juntos y nos unió. Reímos.
Yo sé que en este inmenso mar de la vida ellos nadan libres como yo y algunas veces nos reencontramos, eso me basta, no necesito la compañía ni la relación constante que algunas personas consideran fundamentales para prolongar una amistad. Yo soy escurridiza y ellos me quieren así, cuando los busco con mis tristezas o mis alegrías ellos me acogen y después me dejan ir libre de nuevo, sin compromisos ni citas, sabemos que volveremos a encontrarnos de algún modo y que no hay tiempo ni distancia ni silencio que pueda separarnos. Nos queremos.

Así somos mis amigos y yo.


jueves, 17 de octubre de 2013

el jabalí...



Entre Motril y Vélez hay una carretera de montaña que no usa casi nadie desde que hicieron la autovía.
Yo la llamo la carretera de los pinos, sube desde Motril por un pinar aunque después del túnel de la Gorgoracha  el campo se hace agreste y entre las rocas crecen adelfas, tomillo y romero, algunas higueras, acebuches y palmitos.
La gente la llama "los caracolillos" porque tiene muchas curvas cerradas que bajan dibujando por el monte un caracol. El viaje diario que hago por esa carretera se ha convertido en uno de los momentos más placenteros del día. Conduzco despacio con las ventanillas abiertas, cuando llueve dejo que entren en el coche las gotas de lluvia para que me inunde ese olor fresco que me transporta a otros tiempos y a otros lugares donde la lluvia siempre huele igual. En invierno paro en la cuneta y recojo piñas secas para encender la chimenea cuando vuelvo por la noche. Por esta carretera suelo ver ardillas y zorros, eso me llena siempre de alegría, algunas veces tengo que detenerme y dejar pasar las piaras de cabras. No hay cobertura de teléfono en el trayecto y comprendo que es peligroso pero me niego a tomar la otra carretera más segura y perderme este pequeño placer diario.
Anoche tuve que frenar en seco porque un jabalí se paró delante de mi coche. Pasé miedo, pienso siempre que sería terrible atropellar a un animal, pero después de mirarme siguió caminando al trote y se perdió entre los árboles negros. Yo también continué mi camino aliviada porque no pasó nada y feliz de que se cruzase en mi camino.

Algunos encuentros inesperados son así, bruscos y dulces a la vez.





martes, 15 de octubre de 2013

el palacio...



Cuando llegó al palacio tardó varios días en adaptarse, los espacios eran más pequeños de lo normal. Era extraño que un palacio fuese tan pequeño, pero la princesa no protestó ni dudó que en ese pequeño espacio sería feliz.
Las estancias de ese palacio estaban dispuestas en vertical, había que ascender por una estrecha escalera blanca para ir de una a otra, eso tampoco molestó a la princesa aunque ella nunca había habitado en una torre, los palacios o castillos donde pasó su infancia o su juventud habían sido amplios y horizontales. Nunca había pensado que al ser mayor tendría que estar subiendo y bajando escaleras todo el día y algunas noches. Pero ella era ágil y fuerte y no le tenía miedo a la edad ni a las alturas y se adaptó a su nuevo palacio en pocos días.
Tampoco le extrañó estar sola, ya nadie venía por las mañanas a abrir la ventana y besarla en la frente, como cuando vivió en su primer reino. Recordó las caricias de su madre y a aquella mujer tan buena, María, que la cuidó cuando fue pequeña. Algunas noches, cuando la princesa tenía miedo, iba a la cama de María y aquella mujer la abrazaba y le cantaba canciones muy bajito.
Ahora no se permitiría tener miedo por las noches ni esperaría a nadie por las mañanas. Ahora la princesa en su palacio vertical que llegaba al cielo, tendría que hacerlo todo sola. Buscaría ella misma los alimentos y los cocinaría, eso le daba mucha pereza y algunos días se quedaba sin comer porque se le olvidaba que tenía que hacerlo.
También cuidaría ella misma de la limpieza y las plantas, aprendería a podar en invierno y a abonar la tierra en primavera, no importaba si su tierra era ahora unos tiestos de barro, era su tierra y cuidaría de ella como si fuesen colinas, y si había perdido el lago azul donde en aquel otro palacio se bañaba al atardecer, no importaba, pondría una pequeña fuente en su jardín para seguir oyendo el rumor del agua.
La princesa aprendió que no son las grandes cosas las que dan alegría y supo vivir una vida pequeña sin añorar ni desear otra y cada día recorría descalza y libre su pequeño palacio.
Algunas noches de luna, cuando no podía dormir, también recorría caminando en silencio, casi sin tocar el suelo, su palacio vertical.

Mientras tomo el café por las mañanas leo en los libros que llenan mi cocina preciosas historias que no se acaban nunca.




domingo, 13 de octubre de 2013

el desierto...






Allí el desierto acaba en el mar. La tierra roja, el polvo blanco, las palmeras acaban en el mar. Los senderos, las colinas, el silencio, la primera estrella, la media luna acaba en el mar. Los atardeceres, las huellas del tiempo, las minas abandonadas, el viento, las palabras.

Las piedras negras y una mariposa, acabaron también en el mar.




Cabo de Gata, Almería.




jueves, 10 de octubre de 2013

la vida...




"Ignorar la vida con todo nuestro cuerpo, perderse en la realidad con todos los sentidos, renunciar al amor con toda el alma..."
  "Tejer guirnaldas para, una vez acabadas, deshacerlas total y minuciosamente"...


 


"Ver al tiempo pintar el mundo y parecernos el cuadro no sólo falso sino vano también"...


En este amanecer de octubre, muy despacio, voy tragando las palabras de Pessoa que, como una droga, me dan y me quitan la vida a la vez.






lunes, 7 de octubre de 2013

ayer...




Ayer nadé en alta mar, la brisa era fresca aunque el sol ardía aún. A dos nudos el barco avanza suave, como si acariciase apenas la superficie azul.
Hoy el cielo está gris y ayer parece un sueño.

Caen las primeras gotas de lluvia pero no me canso de soñar.







sábado, 5 de octubre de 2013

una carta...



Era amigo de mi hermano mayor. Yo iba aún al colegio con el uniforme azul. Él ya estaba en la universidad. Estudiaba medicina, era alto y fuerte, tenía los ojos muy negros y las manos preciosas. Era de izquierdas, había creado el cineclub de la facultad, asistía a las tertulias literarias, caminaba despacio, un poco encorvado, siempre con un cigarrillo en la mano.
En secreto yo estaba enamorada de él, era exáctamente lo que yo creía que amaría siempre.
Las chicas de su edad lo rodeaban, eran modernas, no llevaban ya uniforme, eran altas y guapas. Él nunca me miraba, pasaba el brazo por la cintura de alguna de esas chicas y sonreía, los miraba yo. Iba al cineclub por verlo a él porque las películas que ponían eran incomprensibles y aburridas, aunque después, cuando pasó el tiempo me alegré mucho de haber visto todas aquellas películas, de recordar los nombres de los directores y de haber oído los comentarios que hacían durante el debate posterior a la proyección porque aprendí mucho.
También fui a alguna de las tertulias literarias dónde él hacía referencia a los libros que había leído, siempre me impresionaba su cultura y su inteligencia. Yo anotaba los títulos de los libros que él mencionaba para leerlos y poder hablar con él, a su nivel, cuando me hiciese un poco mayor y él me viese, caminaríamos juntos hablando de cine y libros, porque él terminaría enamorándose de mi.
Hasta ahí lo recuerdo todo, pero no recuerdo qué sucedió después, yo me fui a la universidad a otra ciudad, no recuerdo sus llamadas ni sus visitas inesperadas, no recuerdo el final, ni siquiera recuerdo si llegó a empezar.
Esta mañana he abierto un libro y  he encontrado algunas de sus cartas, ( mis libros siguen escondiendo sorpresas), no recordaba que me hubiese escrito, cuando ya no las soñaba, unas cartas tan bonitas.
Recuerdo nítidamente el deseo y la espera pero no lo que pasó en realidad.

Como siempre estoy de acuerdo con Pessoa: "No es el amor, sino sus alrededores, lo que vale la pena."


jueves, 3 de octubre de 2013

este cuadro...




Es un cuadro sereno y silencioso. Recuerdo que estaba en casa de mi abuela, donde vivíamos todos, en el salón grande, entre otros cuadros hermosos que iban impregnándose de aquella serenidad y aquel silencio, como las mesas, las alfombras y los espejos. Los objetos tienen memoria y consiguen transmitirla através del tiempo, si llegan a un espacio nuevo siguen siendo lo que fueron. Los objetos tienen también un destino, este cuadro ha venido a mi sin que yo lo buscase. Ha llegado huérfano, envuelto en una sábana de lino. Al desnudarlo y verlo aparecer me ha inundado la serenidad y el silencio, también la melancolía, entonces las cosas parecían ciertas y aún no se habían derrumbado los cimientos de aquella familia. Trae este cuadro las notas del piano y el ronroneo del gato. El olor del té y los susurros. Todo eso, las cortinas de terciopelo, las discusiones de los mayores, las bandejas de plata, las escaleras de mármol,  los juegos de los niños, las hortensias, todo ha entrado serena y silenciosamente, atravesando el tiempo, en esta casa pequeña y vacía.

Yo mantenía desnudas las paredes pero he sido incapaz de rechazar este cuadro y he encotrado un ricón donde colgar, de un clavo, el pasado.




martes, 1 de octubre de 2013

we see...


"What we are, that only can we see"
(Emerson, "nature")


"Tal como somos, así vemos". Pero lo que vemos tiende a su vez a hacernos lo que somos. "La relación de comunicación entre la persona y el mundo es una relación dinámica, de formarse mutuamente y de elevarse o rebajarse el uno al otro."
Estas mañanas de soledad en mi estudio blanco vuelven de nuevo a llenarse de palabras y pensamientos que voy rescatando en libros ya leídos y olvidados o recién descubiertos.
Algunas ideas calan más hondo y hacen vibrar esa emoción adormecida por la pereza y los días de sol. En las palabras de los otros encuentro respuestas o confirmación a lo que creo que intuyo.
Hay una comunicación entre la persona y el mundo, vemos tal como somos, pero ¡Cuidado! lo que vemos tiende a hacernos lo que somos.
Deberíamos preguntarnos entonces cómo es el mundo que nos rodea, si nos está ayudando a ver y ser mejor, y qué podemos hacer para transformarlo y que nos haga ser y ver mejor.
Al colocar los cubiertos sobre la mesa, al ordenar un armario, al poner una flor en un jarrón, al trazar una línea en un papel, al vestirnos, al encender una vela, al elegir un color o un libro, al dejar un espacio vacío; estamos haciéndonos a nosotros mismos, creando nuestro modo de ver.

"What we are, that only can we see"...





sábado, 28 de septiembre de 2013

volver...



"Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida"


Amar la vida desde el despertar, entraba el sol en la habitación, las palmeras susurraban en voz baja. Amar la vida era desayunar en la terraza y soñar, bajar la cuesta entre luces y sombras, era saludar con una sonrisa al barrendero que se llamaba José, "hola José, buenos días, ¿estás bien?", eso era amar la vida, era llegar al paseo marítimo y soltar a la perra que corría feliz, los camareros regaban el suelo antes de abrir los bares y sacar las mesas, me mojaban los pies, la perra ladraba y yo reía. Amar la vida era llegar a esa playa en el centro de la ciudad. Era nadar y soñar, tumbarme al sol y creer. Confiar. Parecía entonces que todo era posible y que podría cambiar el rumbo de las cosas. Amar la vida era repetir el mismo camino sin ser consciente de la monotonía porque cada día era distinto.

"Por eso muchacha no partas ahora soñando el regreso... el amor es simple y las cosas simples las devora el tiempo."

Tarareando una canción, "las cosas simples" de Chavela Vargas.
Vuelvo a los baños del Carmen en Málaga.
 Donde amé la vida.


martes, 24 de septiembre de 2013

el bosque...





Durante mi ausencia han crecido tanto las plantas del patio rojo que parece un bosque. Un bosque pequeño y denso. Se han entrecruzado las ramas del ficus con las del prunus. La bisnonia ha llegado al cielo y el jazmín que brotó tímido llenándome de felicidad se ha vuelto loco, se derrama sin control y no para de llorar jazmines blancos que caen en la fuente, en los chinos, entran en la casa y me los encuentro por las esquinas.
A la luz de la mañana y al cielo azul les resulta imposible atravesar el bosque donde vivo, ahora entrar en la casa es como entrar en una capilla silenciosa y fresca, tardo algunos segundos en comprender esta penumbra y este aire místico.
En mi ausencia las plantas que tanto amo se han hecho mayores de repente, se han independizado de mi, se han vuelto rebeldes, como si no me necesitasen y ahora tengo que volver a domarlas, no son conscientes de que están cautivas y de que los muros que las separan del mundo las protegen también evitándoles el sufrimiento. He vuelto, les digo suavemente, ya estoy aquí, me tumbo sobre los chinos mirando el bosque salvaje que cuando se afiance el otoño comenzaré a podar.

Desde la ventana del dormitorio puedo ver mi bosque dede arriba, me inunda una alegría mágica, acaricio las hojas como si fuesen las yemas de otros dedos y siento una ternura infinita. Es mi pequeño bosque cautivo.






domingo, 22 de septiembre de 2013

sirena...




Aquel verano mi padre se había fabricado un arpón, talló la punta blanca de asta, afilada y suave de tanto haberla limado y acariciado con sus manos, la ató a una vara flexible de olivo con un hilo de seda que enceró hasta conseguir que aquel objeto fuese bellísimo y muy eficiente. Así son todas las cosas que ha hecho mi padre, bellísimas y precisas, no hace más que lo que a él le apetece hacer, nunca lo he visto trabajar por obligación, siempre por amor, un amor extraño a lo que está haciendo que, sin embargo, fácilmente puede truncarse en abandono y he visto muchos de esos objetos bellísimos que salían de sus manos y de su amor morir olvidados, no he comprendido nunca el motivo pero ahora, al pasar los años, reconozco en mi la misma capacidad de abandono y de olvido.
Aquel verano mi padre fabricó un arpón y se dedicó a pescar pulpos en las rocas, las gafas de bucear y el arpón, nada más, nadaba despacio para poder verlo todo. Tardé una semana en convencerlo para que me dejase ir con él, yo tendría 6 o 7 años pero nadaba muy bien, nunca me cansaba ni tenía frío, aguantaba la respiración y era capaz de nadar tan despacio o tan rápido como mi padre. Yo iba tras él, algunas veces agarraba su tobillo y él se giraba, nos mirábamos bajo el agua, no teníamos que hablar, aún hoy no tenemos que hablar para entendernos, conservamos el recuerdo de aquellas miradas líquidas. Si yo había visto el pulpo escondido entre las algas o las rocas él bajaba y con una destreza que aún hoy me sorprende, lo pescaba y me lo daba a mi, yo me lo pegaba en el brazo o en la pierna si era más grande y nadaba hasta la orilla, orgullosa de la pesca, como una niña salvaje salía del agua y lo dejaba allí, entonces volvía nadando hasta donde estaba él, algunos días pescábamos 5 o 6.
Me dijo mi padre una mañana de aquel verano que a mi me había pescado también, que yo era una sirena chiquita que vivía en unas rocas que hay más lejos, vio mis ojos azules del color del mar, y me siguió durante una mañana entera porque me escapaba como un pececito, pero no me resistí tanto como los pulpos, fui fácil de capturar.

Por eso amo tanto el mar, por eso cuando me alejo de la orilla me siento feliz, me siento feliz cuando nado con los ojos abiertos y cuando bajo al fondo, me siento feliz en el silencio del mar, en el sabor a sal, en el olor de las algas.
Si mi padre no me hubiese pescado aquel día quizás yo habría sido siempre feliz.



jueves, 19 de septiembre de 2013

el fin del mundo...



En el fin del mundo me sorprendía el silencio. El frío y la soledad también. La tierra roja, el camino largo, las paredes de piedra, el vacío y el cielo azul.
Había alquilado una habitación en un hotel rural, no había sido capaz de vivir en aquel pueblo que se cree ciudad. No pude soportar las miradas ni las preguntas y me fui. Era un caserón viejo que daba miedo, durante la semana no había huéspedes y estaba sola, habitando en un planeta rojo de otro tiempo. Por las mañanas salía por el portón trasero y me iba con la perra al fin del mundo.
Para llegar allí había que atravesar el camino largo que cruzaba la llanura, en invierno estaba todo nevado, llevaba a la perra en brazos, la metía bajo mi chaqueta porque era muy pequña y temblaba de frío. Yo también temblaba pero seguía caminando hasta el abismo rojo, en algún momento de la historia la tierra se había desplomado en aquel punto. Me paraba en el precipicio y temblábamos las dos mirando el vacío, al borde del silencio y del frío, en el centro de la soledad.
Los de la aldea llamaban a ese lugar el fin del mundo.

Iba cada día al fin del mundo. Del fin del mundo, dejando allí parte de mi alma, fui capaz de regresar y aunque aquel sea uno de los lugares más bellos que conozco no podría, no querría volver.






domingo, 15 de septiembre de 2013

qué eres?...




Algunas veces, cuando voy navegando me lanzo al mar, agarrada a un cabo me dejo llevar por la 
fuerza del viento. Respirar no es importante, entonces no pienso, ni me preocupo, ni recuerdo, voy sintiendo sólo; las olas, la sal, la espuma blanca, el azul. ¿Soy mar o pez o sirena?
Si paseo por el monte con la perra soy ama, la llamo y viene, decido dónde ir y cuándo volver, o me convierto como ella en animal y subo por las rocas a cuatro patas, arañándome las manos, oliendo a tomillo y a romero, atenta a los pájaros y a los insectos, detrás de ella que sabe más. ¿Soy animal?
Enseño a dibujar en un aula antigua llena de esculturas de escayola que ya no se usan como modelos. Quiero creer que enseño también a mirar y a sentir, a expresar y un poco a ser. ¿Soy profesora?.
Paso horas en mi estudio, leyendo, escribiendo, dibujando, no me asusta el tiempo que pierdo, no siento remordimientos por disfrutar de ese dulce no hacer nada recreándome en los detalles o en las sombras, busco la belleza de las cosas. ¿Soy hedonista? ¿Soy inconsciente? ¿Soy vaga?.
Suelo reír, minimizar los problemas, ver el lado bueno. ¿Soy alegre? 
Lloro, sufro, dudo, me rindo. ¿Soy triste?.
Viajo sola, me enfrento sin temor a situaciones nuevas, a gente nueva, voy de noche por la carretera de los pinos por donde no va nadie. ¿Soy valiente?
Me escapo, huyo, me escondo. ¿Soy cobarde?
Juego, tengo curiosidad y ganas de aprender. ¿Soy joven?
Me canso, no me muevo, tengo muchos recuerdos. ¿Soy vieja?

¿Qué soy?






jueves, 12 de septiembre de 2013

la libertad...




Hace Montaigne una lista que lo ayude a liberarse de todo lo que lo molesta, lo refrena, lo limita:

Liberarse de la vanidad y del orgullo, que es tal vez lo más difícil.
Evitar la presunción.
Liberarse del miedo y de la esperanza, de la fe y de la superstición, de las convicciones y de los partidos.
Liberarse de las costumbres: "El uso nos hurta el verdadero rostro de las cosas".
Liberarse de las ambiciones y de toda forma de codicia: "La reputación es la más inútil, vana y falsa moneda de la que nos servimos".
Vivir libre de la familia y del entorno, libre del fanatismo: "Cada país cree poseer la religión más perfecta".
Libre frente al destino: somos sus amos, nosotros otorgamos color y aspecto a las cosas.
Y la última libertad:
Frente a la muerte. "La vida depende de la voluntad ajena; la muerte de la nuestra. La muerte más voluntaria es la más hermosa".

Ahí está.
La libertad...



lunes, 9 de septiembre de 2013

nubes de otoño...



Quiero atravesar las nubes de otoño con los pies desnudos.
El alma, sin reproches, desnuda también.
Y que no sea real, o que sí lo sea, morder las nubes de otoño, deshilacharlas, tejerlas con mis dedos, con mi pelo, con las gotas de mar que me salen de los ojos.

Con las que me entran en la boca al respirar.






sábado, 7 de septiembre de 2013

luz de otoño...



-Tengo que decirte algo.
-Dime.
-Siempre tengo que decirte algo que después nunca te digo. Hablo contigo más en mi cabeza que en realidad.
-Por qué no me lo dices?
-Porque me da pereza, porque nos hemos hecho viejos, o porque me olvido, algunas veces porque no tengo ganas y no quiero mover las cosas.
-Yo querría que las cosas se moviesen. Pero tampoco hago nada para moverlas.
-Recuerdas cuando te hice una lista con todo lo que amaba de ti?
-No.
-Tengo que decirte algo.
-Yo también. Quise irme una vez, pero no lo hice y ahora me alegro mucho de no haberlo hecho, aunque haya perdido la posibilidad de haber vivido otra vida. Me alegro de seguir junto a ti.
-Lo supe entonces y lo sé ahora. Yo también me alegro.
-En el sofá nunca hubiésemos dicho estas cosas, frente a la tele no hablamos. Qué quieres decirme tú?
-Yo no te digo siempre la verdad.
-Yo tampoco.
-Mira cómo saltan los peces, hay muchos!
-Has visto el reflejo de los barcos? parece que el agua sea un espejo.

Hace luz de otoño hoy.

(desde lejos, aunque no se oigan con nitidez las palabras, todas las historias son posibles. Se les puede incluso hacer una foto)



miércoles, 4 de septiembre de 2013

por qué escribir?...



Rebeca me ha regalado un libro: "I RACCONTI" de Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Hace tiempo que lo buscaba para mi, lo ha encontrado en Madrid, en italiano. Quería dármelo la próxima vez que le cortase el pelo, como agradecimiento a esas furtivas sesiones de peluquería que hacemos de tarde en tarde, cuando me lo pide, a la hora del recreo o en algún momento libre entre clase y clase. Soy yo la que le agradece a ella que me deje cortar (como si estuviese pintando un cuadro) su precioso pelo. Pero nos hemos visto por casualidad en los últimos días de este verano difícil y me ha dado su regalo con antelación, se lo he agradecido mucho porque así puedo comenzar el curso con la ilusión de otro libro nuevo. Rebeca sabe que me gustará y yo sé que ella sabe lo que me gusta, por eso he abierto el libro como si abriese el cofrecito de un tesoro.
No he pasado de la primera página, la introducción a "Recuerdos de la infancia". Dice Lampedusa que acaba de releer "Henry Brulard". La primera vez que lo leyó no le gustó porque estaba aún bajo la obsesión del "bello explícito" pero ahora no puede contradecir a quién lo califica de obra maestra de Stendhal. (Yo no he leído "Henry brulard", siento de golpe la necesidad de buscarlo y leerlo).
Dice sin temor Giuseppe Tomasi que quiere intentar hacer lo que hace Stendhal, la inmediatez de las sensaciones, la sinceridad, el esfuerzo por desenterrar los estratos de los recuerdos, las impresones tanto más preciosas cuanto más comunes. Dice que para quien se encuentra en el declinar de la vida es casi una obligación intentar recopilar la mayor cantidad posible de las sensaciones que han atravesado nuestro organismo. Pocos conseguirán hacer una obra maestra (Rousseau, Stendhal, Proust) pero a todos nos debería ser posible preservar algo de lo que sin este esfuerzo se perdería para siempre. Tener un diario o escribir a una cierta edad los recuerdos tendría que ser un deber.
Todo eso dice Tomasi y yo, al abrir el libro, en la primera página, encuentro la respuesta a las ganas de buscar en la memoria, la justificación a éste ir escribiendo sin pretensiones, sin motivo, sin valor, sin trascendencia. También yo a una cierta edad he comenzado a desenterrar los recuerdos y las sensaciones, que de todos modos, se perderán para siempre.

¿Por qué escribir?
Gracias, Rebeca, por regalarme una respuesta.


domingo, 1 de septiembre de 2013

septiembre...



Septiembre ya está aquí. Ha tenido que atravesar las inesperadas nubes densas que puso agosto entre el sol y el deseo de brillar (qué triste es la decepción).
Todo acaba y el verano se hace viejo, no sirve de nada agarrarse a él, ni a los recuerdos que seguramente se confunden con los de otros veranos que brillaron y se hicieron viejos (qué bueno es hacerse viejo y saber atravesar las nubes).

Comienza el año con el deseo de seguir aprendiendo, los zapatos limpios y los libros nuevos.





viernes, 30 de agosto de 2013

la cicatriz...



En mi mejilla izquierda tengo una cicatriz. Es una línea sutil, de dos centímetros, no se ve fácilmente, yo sí porque sé que está ahí, antes se notaba más, pero el paso del tiempo difumina las cicatrices, las del alma también.
En el margen izquierdo del río (en mi mejilla izquierda llevo el recuerdo) yo construía una casita con cantos rodados, siempre jugaba sola (ahora también juego sola casi siempre), mis hermanos y mis padres estaban más abajo, junto a la tienda de campaña, recogían maderas para hacer una hoguera por la noche. Oí que mi madre me llamaba, seguramente llevaría mucho tiempo alejada de ellos y aunque no solía preocuparse noté miedo en su voz, gritaba mi nombre y el eco se lo lanzaba al cielo. Yo estaba entre las cañas, escondida en mi castillo de piedras mirando el río que se llevaba los pensamientos pequeños que tenía (todavía son pequeños mis pensamientos y ahora se los lleva el mar). No respondí, no sé por qué, yo era una niña buena y tranquila, era obediente, pero no respondí. Mi madre corría por la orilla del río buscándome. La veía y no la llamé, quizás era mi modo de jugar con ella o de oír al eco decir mi nombre. Cuando se acercó a mi escondite salí para darle un susto de esos chiquitos que dan los niños. Ella se giró y sin querer me arañó la mejilla izquierda.

La sangre manchó su camisa de rayas azules y blancas, mi pantaloncito celeste, sus manos que intentaban limpiarme para ver la gravedad del corte, mis lágrimas y el río.


miércoles, 28 de agosto de 2013

el cielo azul...




Ya han pasado las nubes como van pasando los pensamientos y sería mejor hablar con alguien, porque los pensamientos se hacen densos cuando se dicen y una respuesta, o un silencio, les dan consistencia y sentido.
En esta mañana, rota sólo por las campanas de la iglesia, desearía escribir una carta a un desconocido. En una carta así uno puede decir las cosas que no sabe contar a nadie más.
Sin rumbo, esos pensamientos que pasan, como las nubes serían libres.

Cuando termine esa carta me dormiré dulcemente soñando una respuesta, o un silencio, como el cielo azul.




lunes, 26 de agosto de 2013

una ventana en ruinas...



Algunas cosas no se eligen. Otras sí. Los objetos que nos van rodeando, las personas que amamos, aunque luego las olvidemos, algunos olvidos también se eligen, el trabajo que iremos haciendo a lo largo de la vida, los sitios donde vivimos.
Pero otras cosas no las elegimos, nuestros padres, nuestros hermanos, hemos elegido nuestros amigos, nuestros maridos o mujeres, nuestros amantes, pero no hemos elegido a nuestros hijos, si los hemos tenido, ni a nuestros abuelos que nos hicieron ser quienes somos.
Yo quería vivir lejos, esconderme y olvidar el daño y el dolor que puede llegar a hacer alguien a quién no has elegido, que está ahí a pesar de ti. Llevo toda la vida intentándolo.

Pero no sé si es posible mirar un paisaje hermoso a través de una ventana en ruinas.
No lo sé.





jueves, 22 de agosto de 2013

abandono...




Apenas te he dejado y ya me faltas. Hoy no te has portado bien, demasiada sal, demasiado sol, te movías  cansado, no me mirabas ni me buscabas, no me acariciabas, yo a ti tampoco, es cierto. En todas las historias de amor hay días así. He intentado lanzarme a ti pero estabas demasiado caliente, demasiado denso. De todas las historias de amor huyo, también de ti, he dejado en el camarote de proa mi ropa, mi libro, mi cuaderno de dibujo. He cerrado el barco y he venido, huyendo de ti, a la casa grande. Me he duchado en la terraza, bajo la luna, para lavarme la sal y el sol, para borrarte de mi piel. En todas las historias de amor hay alguna ducha que quiere borrar huellas. Y ahora me miro al espejo grande, en la ciudad. Buscándote. Me siento culpable. Me he ido, hasta del paraíso se huye.

Sabes que volveré, mi mar, yo a ti no sé abandonarte.



lunes, 19 de agosto de 2013

el desayuno...



En la mesa del desayuno hay unas jarras de leche y zumos, el sol que entra por el balcón hace brillar el cristal y proyecta en la pared tintineos de luz naranja y blanca, también hay unos tarros de cereales que parecen pepitas de oro. Unas cestas con el pan. Pan blanco en bollitos redondos y blandos, pan de centeno y semillas cortado en rebanadas que se inclinan a la izquierda. En otra cesta hay hojaldres y dulces. Una bandeja con uvas y trozos de melón. Platitos de porcelana con mantequilla y mermeladas de varios colores, parece que estuviesen barnizadas de cómo brillan. Hay bandejas con quesos y jamón dulce. Es todo tan bonito bajo esta luz limpia de este día claro. Me quedo mirando despacio cada sombra, cada reflejo, cada color. Junto a mi taza de café el cuaderno de dibujo y el lápiz, miro también la hoja en blanco.
Quería dibujarlo todo pero ya he aprendido que todo nunca es posible. Tampoco es posible contarlo todo. ¿Por dónde empieza una historia y dónde acaba?
Comienzo a dibujar la bandeja que está en el rincón, unas frutas y un cuenco vacío. No es ni lo más llamativo ni lo más hermoso, pero es lo que dibujo mientras desayuno pensando qué fragmento de aquella historia querría contar.

Por dónde voy a empezar y cómo acabaré antes de olvidarlo todo.


viernes, 16 de agosto de 2013

la monja...




Al entrar por esta puerta una monja ha tropezado y se ha caído. Se le ha levantado el hábito negro y se le han visto las piernas. Hacía mucho tiempo que no pensaba en esa palabra: hábito.
Las monjas de mi colegio de monjas llevaban el hábito morado y el velo malva, no era largo, sólo la madre Mercedes que era muy vieja llevaba el hábito hasta los pies. Las otras monjas lo usaban corto, bajo la rodilla, como nuestros uniformes azules, aunque las niñas mayores, las de las melenas largas y lacias se doblaban la cinturilla varias veces  cuando salían del patio para que la falda les llegase a la mitad del muslo. Los niños mayores del colegio de curas esperaban junto al portón y todos fumaban y reían. La madre Mercedes les regañaba al día siguiente pero lo hacía con tanta dulzura que no le hacían ningún caso, como si oyesen llover.
También fumaban en los servicios, las niñas mayores, pero si las pillaban entonces iban a la madre superiora, esa sí daba miedo.
La monja que se ha caído al cruzar la puerta que da al convento es de mucho antes que las monjas de mi colegio, esas eran más modernas, ésta es de hace un siglo o dos, por lo menos. LLeva un velo blanco y un rosario largo atado a la cintura. El crucifijo de madera se ha quedado en el suelo, tumbado junto a ella hasta que la han ayudado a levantarse. Yo no, no me he movido, estoy dibujando y lo veo todo desde fuera. La monja que se ha caído, el crucifijo en el suelo, la puerta de piedra, el violín del hombre toca a Chopin, todo es una escena que miro suavemente, como se ojea un libro de arte, pasando el dedo sobre las fotos de los cuadros, porque no son cuadros. Se puede ver el tema, las formas y los colores pero no se percibe la dimensión ni la textura. Eso sí, también emocionan.

Me emociona el recuerdo de aquella envidia lejana por querer ser más mayor y más alta, con el pelo largo y lacio, tener el valor de subirme la falda hasta el muslo y fumar. Querer con todas mis fuerzas que haya un niño mayor, el que me gusta en secreto, esperándome a mi en la puerta del colegio.




martes, 13 de agosto de 2013

la plaza grande...




Las cosas grandes parecen más grandes aún cuando se está solo. Las cosas que se desconocen parecen también más extrañas y algo más difíciles. Pero no importa porque cuando uno está solo delante de cosas grandes y desconocidas es como si se cambiase de dimensión. Los pasos al caminar, los ojos al mirar, los oídos al oír, incluso el tacto al tocar o la nariz al oler se hacen más hábiles y más efectivos, pero distintos, es como si entre la gente dejases de ser gente.
Aquella plaza es enorme. Aquella luz se alarga y los días duran demasiado. Allí a las cinco de la mañana ya brillaba la torre verde y el verde de las copas de los árboles. Qué grandes eran los días y qué grandes los árboles allí. Qué nobles, qué serenos. Hay árboles que hablan en aquella ciudad. No importa si no entiendes el idioma, de todos modos tú ya no eres gente y te mueves silenciosa como un pez. Eres un pez debajo de un nogal viejo. Te has sentado a la sombra, los peces también se paran a descansar en medio del océano.
Dibujas en tu libreta, no eres gente, no tienes que hablar ni decir que sí o que no. Tampoco tienes que recordar. No importa que no entiendas a quien se para a mirar tu dibujo. ¿Sonríen los peces? Tú sí, cuando no se sabe un idioma la sonrisa es siempre una buena respuesta. El nogal te sonríe a ti que eres pez y no habláis el mismo idioma.
Las hojas de los árboles allí son más verdes y quizás más densas, más carnosas que las hojas de los árboles del sur, donde los días no son tan largos.
Hay un río que bordea la ciudad. Los peces siempre van al agua y fui, pero no soy un pez de río, no sabría respirar en ese agua opaca, no podría ni meter un dedo.
Cuando se está solo en una ciudad extraña algunas veces se tiene miedo, por algunas calles solitarias, en algunas escaleras oscuras que huelen a humedad. Como no eres gente no tienes a quien coger de la mano para que el miedo pase y entonces caminas más rápido buscando la luz.
Cuando se está solo en una plaza tan grande llena de tantas nubes grises y tanto frío se respira hacia dentro, se habla hacia dentro y pasa algo muy raro que no suele pasar y es que te ves por dentro y te sorprendes. Te conviertes un poco en plaza, un poco en nube, un poco en nogal.

Cuando cierras el cuaderno de dibujo y te levantas ya no eres pez. Conoces la calle de vuelta, no vas a perderte. Las escaleras oscuras que huelen a humedad no van a darte miedo.




viernes, 9 de agosto de 2013

el equipaje...



La bolsa de viaje es de piel negra, tan pequeña que si se la colgase al hombro alguien más grande parecería una cartera de trabajo o el maletín de un ordenador.
Sobre la cama el chal de seda rosa servirá para envolver en un rulito la ropa; el pantalón de raso negro, el de algodón beige, la camisa de flores, la de gasa, una camiseta blanca, la cazadora vaquera porque hará frío, las sandalias de cristal. En el neceser las cremas y el gel van en tarritos tan pequeños que parecen de juguete, el cepillo de dientes y un collar. El cuaderno de dibujo, un pincel, las acuarelas, el lápiz 2b, un libro seleccionado para que sea pequeño y pese poco, una libretita para escribir, la tarjeta de embarque, el cargador del móvil y el plano de la ciudad.

Parece el equipaje de una muñeca.


martes, 6 de agosto de 2013

tormenta...



Allí amanecerá más tarde. O bien, en ese otro tiempo amanecerá más tarde, el cielo será de otro azul y lo cruzarán otras nubes. ¿Tendría que decirlo en pasado? Allí amaneció más tarde y yo todavía no tenía la ventana abierta durante toda la noche para que me cayesen encima las estrellas o las gotas de lluvia. Allí la vida fue ordenada y los espacios eran amplios. O bien, cuando amanezca un poco después y las colinas se despierten verdes y húmedas aquí el sol habrá llegado al mástil.
Esta noche hubo tormenta, tuve que levantarme para afianzar las amarras y cazar la driza de la mayor que golpeaba el palo. Me movía por la cubierta como un niño inseguro para no caer. El cielo era amarillo, hacía frío. Ahora el día parece calmo, quiero cerrar los ojos, dejar que mis pensamientos sin sentido se escapen por el portillo y dormir un poco más.

No tengo prisa, de todos modos allí aún no habrá amanecido.




domingo, 4 de agosto de 2013

novedad...



Novedad, escrito en vertical en la esquina de un edificio recubierto de azulejos tornasolados que al atardecer brillan como el oro en una calle de un pueblo de Cádiz. En la acera de enfrente, en la terraza de un bar, estoy tomando un agua con gas, el vaso ha sudado sobre la mesa, con el dedo escribo "novedad" y esa palabra, de repente, llena de melancolía la tarde de verano, ha nublado el cielo, ha caído todo el peso del tiempo que pasa sobre la acera, sobre las copas de los árboles, se refleja en la luz dorada que ahora parece mediocre y rota. ¿Cómo sería esta calle hace un siglo? la casa de las novedades brillando al caer el sol, alguien entró en lo que entonces era una tienda de tejidos y compró unos metros de tela floreada con la ilusión de hacerse un vestido nuevo, para estrenarlo en un baile, para enamorar o enamorarse. Me han venido a la piel todas las novedades que a impulsos dan felicidad antes de pasar y volverse viejas, las cosas nuevas, las ilusiones nuevas, las personas nuevas. Pero nunca lo había visto escrito así, tan claro, en la esquina del edificio de enfrente.

Lo curioso es que nadie más parece verlo ni sentir esta pena infinita que yo siento.



jueves, 1 de agosto de 2013

turista...



En verano cubren la calle Larios con toldos. No había estado en el centro de mi ciudad desde primavera, cuando el sol no duele y el aire en algunas calles huele a azahar. En estos días de verano hace falta la sombra porque el suelo quema como el aire. Yo aprendí hace mucho a caminar evitando el sol. Ayer fui a Málaga, bajé andando por el paseo del puerto, han plantado palmerales y abierto bares y restaurantes. Atracan en el muelle los cruceros y bajan a tierra cientos de turistas de uniforme: pantalones cortos, camisetas sin mangas, gorra o sombrero, botella de agua y cámara de fotos, muchos arrastran los pies y seguro que han nacido en lugares lejanos donde hace frío porque no conocen la técnica de caminar buscando la sombra. Ayer me sorprendía ver que se paraban rojos y congestionados a mirar el plano o a beber agua de la botella al sol, aunque hubiese una sombra a pocos pasos. Quién conozca Málaga sabe que en dos metros puede cambiar la temperatura varios grados, se puede pasar del infierno al paraíso. (Pasar del infierno al paraíso en pocos metros, en pocos minutos, en pocas palabras).
La calle Larios se mantiene fresca con estos toldos que se balancean como alas de mariposa. Me perdí por las callecitas del centro sin rumbo fijo, no me crucé con nadie conocido, ni recordé los años de mi vida en esta ciudad. Era una turista extraña, observadora silenciosa, la única con pantalones largos y camisa, la única sin botella de agua ni sombrero.

Si yo hubiese sido ayer una turista de verdad me iría pensando que mi ciudad es preciosa. En verano visten las calles de gasa y la avenida principal es el mar.




domingo, 28 de julio de 2013

carta sin destino...


3 de julio:
Pienso en ti casi todas las tardes y también por las mañanas al despertar. Yo antes te escribía mucho, todo lo que no podía decirte te lo escribía, ahora ya no te escribo tanto pero sigo pensando en ti y voy diciéndote las cosas que van pasando, en voz muy baja cuando estoy sola, o en silencio si hay alguien más; algunas veces me preguntan en qué pienso, ¿no te parece absurdo preguntar eso? a esa pregunta yo nunca respondo la verdad. Cuando me lo preguntan miento, soy buena diciendo mentiras, lo curioso es que dentro de las mentiras digo lo que estaba pensando que quería decirte, por ejemplo: en este atardecer las sombras son más largas que nunca, parece que se hayan derramado por las piedras.
No soy tan buena escribiendo como mintiendo, por eso ya no te mando mis cartas, antes, cuando las cartas eran de papel yo te las enviaba en un sobre blanco, sin dirección, ni nombre, ni remite, las echaba en los buzones como si las lanzase al mar, soñando que te llegarían, después me hice más mayor y comprendí que era una tontería, te seguía escribiendo pero guardaba tus cartas, pensaba que si te veía algún día te las daría todas, te ayudaría a leerlas porque mi letra es horrorosa y difícil de entender. Se me perdieron aquellas cartas, o las tiré cuando me enfadé contigo o te olvidé. Te he olvidado muchas veces, me he enfadado contigo muchas veces, sobretodo cuando más te necesitaba. ¿Ves? me pierdo al escribirte, si le escribo a otras personas soy más ordenada, más breve, soy capaz de decir cosas bonitas o divertidas, mis cartas para ti siempre han sido como ésta, absurda, pero ya te he escrito tanto que pienso que tú me conoces, lo entenderás todo, perdonarás lo mal que escribo y lo absurda que soy.
Estoy en un hotel donde tú no has estado, es un caserón entre colinas, cerca la playa, ¿conoces tú éste mar?. Detrás de mi habitación hay un sendero que lleva a las cuadras, si estuvieses aquí iría contigo a montar a caballo, la chica que los alquila es muy guapa y muy simpática, la conocí ayer cuando fui a acariciar los caballos, se llama Lucía, me dijo que al anochecer se puede montar por la playa, me encantaría ir a montar a caballo contigo por la playa. No!, ahora que te lo digo suena a anuncio cursi, no iríamos, seguramente a ti no te gustaría, aunque hoy me he vestido de blanco, eso va bien con el anuncio cursi que nunca haremos. Si estuvieses aquí ¿vendrías conmigo a cenar?, hay un pequeño restaurante en el pueblo, al verlo el otro día pensé que me gustaría mucho cenar contigo en un restaurante así, a la luz de las velas. Cuando veo algo que me gusta quiero enseñártelo, pero no puedo.

¿De qué hablaríamos tú y yo?

Se hace tarde y tengo frío, ¿Sabes que casi siempre tengo frío?.
No voy a despedirme. En las cartas que te escribo, ya lo sabes, nunca me despido porque siempre continúan. Nunca he sabido dejar de escribirte...




jueves, 25 de julio de 2013

las cosas que amo...



El olor a jazmín, los animales, las estrellas, el mar. Los libros buenos, los sitios mágicos, las buenas conversaciones, la soledad, las cosas bellas y lo que no siendo bello se merece ser amado. Jugar, equivocarme, aprender.

Amo volver a la casa blanca en un atardecer de verano y oír el rumor de la fuente en el patio.


martes, 23 de julio de 2013

bello...



"He encontrado la definición de lo Bello, es un algo ardiente y triste, algo que sugiere un aire de melancolía, de cansancio e incluso de hartazgo. Yo no quiero decir que la alegría no pueda ir de la mano de la belleza pero sí mantengo que la alegría es uno de sus adornos más vulgares".

Baudelaire


Y así se ocultó el sol, y antes de llegar a puerto pude comprender el por qué de esta melancolía y este cansancio. Al fin, esa noche, dormí bien.


lunes, 22 de julio de 2013

domingo, 21 de julio de 2013

las mejilloneras...




No son mejilloneras, no son unas plataformas de madera ancladas al fondo por cadenas de hierro para que crezcan mejillones, no están cerca de la costa ni se posan en ellas las gaviotas para dormir.
Son unas casas flotantes que navegan libres por el mar, no tienen timón ni ancla, no pueden gobernarse, van a la deriva, yo vivo en una de esas plataformas flotantes, como soy muy pequeña ese espacio es suficiente para mi, incluso tengo un jardín donde cultivo flores y verduras para comer, he aprendido a recoger el agua del rocío para beber, los delfines me traen las cosas que voy necesitando como piedras y algas. He vivido siempre allí, no conozco la tierra firme. Algunas veces me he cruzado con barcos que me han contado historias sobre el mundo y el amor, pero no sé si son verdad, quizás se las inventaron para cautivarme y llevarme con ellos, menos mal que no los creí, la gente dice muchas mentiras. Prefiero vivir sola en este mundo mío, confío en el mar y en el cielo.
A la deriva, como yo, viene otra plataforma flotante, nunca había visto un mundo gemelo al mío, nunca me había mirado en un espejo y tengo miedo. ¿Quién vivirá ahí? ¿Será como yo? ¿Estará ahora sintiendo el mismo miedo y la misma curiosidad que yo siento? Deseo lanzarme al mar y llegar a nado hasta él. ¿Lo haré?

Iba sentada en la proa del barco con el niño, lo senté entre mis piernas y lo abracé desde atrás, en el mar se pueden contar muchas historias, yo disfrutaba inventándolas y él oyéndolas. Me dijo que sí, que seguro que iría a la otra plataforma y que allí viviría él. A los niños les gustan los finales felices...