sobre las cosas del vivir
martes, 13 de agosto de 2013
la plaza grande...
Las cosas grandes parecen más grandes aún cuando se está solo. Las cosas que se desconocen parecen también más extrañas y algo más difíciles. Pero no importa porque cuando uno está solo delante de cosas grandes y desconocidas es como si se cambiase de dimensión. Los pasos al caminar, los ojos al mirar, los oídos al oír, incluso el tacto al tocar o la nariz al oler se hacen más hábiles y más efectivos, pero distintos, es como si entre la gente dejases de ser gente.
Aquella plaza es enorme. Aquella luz se alarga y los días duran demasiado. Allí a las cinco de la mañana ya brillaba la torre verde y el verde de las copas de los árboles. Qué grandes eran los días y qué grandes los árboles allí. Qué nobles, qué serenos. Hay árboles que hablan en aquella ciudad. No importa si no entiendes el idioma, de todos modos tú ya no eres gente y te mueves silenciosa como un pez. Eres un pez debajo de un nogal viejo. Te has sentado a la sombra, los peces también se paran a descansar en medio del océano.
Dibujas en tu libreta, no eres gente, no tienes que hablar ni decir que sí o que no. Tampoco tienes que recordar. No importa que no entiendas a quien se para a mirar tu dibujo. ¿Sonríen los peces? Tú sí, cuando no se sabe un idioma la sonrisa es siempre una buena respuesta. El nogal te sonríe a ti que eres pez y no habláis el mismo idioma.
Las hojas de los árboles allí son más verdes y quizás más densas, más carnosas que las hojas de los árboles del sur, donde los días no son tan largos.
Hay un río que bordea la ciudad. Los peces siempre van al agua y fui, pero no soy un pez de río, no sabría respirar en ese agua opaca, no podría ni meter un dedo.
Cuando se está solo en una ciudad extraña algunas veces se tiene miedo, por algunas calles solitarias, en algunas escaleras oscuras que huelen a humedad. Como no eres gente no tienes a quien coger de la mano para que el miedo pase y entonces caminas más rápido buscando la luz.
Cuando se está solo en una plaza tan grande llena de tantas nubes grises y tanto frío se respira hacia dentro, se habla hacia dentro y pasa algo muy raro que no suele pasar y es que te ves por dentro y te sorprendes. Te conviertes un poco en plaza, un poco en nube, un poco en nogal.
Cuando cierras el cuaderno de dibujo y te levantas ya no eres pez. Conoces la calle de vuelta, no vas a perderte. Las escaleras oscuras que huelen a humedad no van a darte miedo.
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Me sorprende lo que usas el tú en vez del yo cuando escribes, como si estuvieras fuera de ti misma. Viendote.
ResponderEliminarEn cambio yo entro por tus ilustraciones, tomo ese lugar que dejas vacante y paso a ser quien mira, y dibuja. Luego preparo los colores que serán,
sin pensar todavía en la soledad, o el miedo, ni en las escaleras oscuras que transpiran.
Cuando regrese dejaré tu puesto y me iré a ser yo para escuchar el río que corre. Amo los ríos.
Pero no lo digo como pez.
Hasta pronto!
Tienes razón, uso el tú al escribir y también al hablarme a mi misma, sobretodo cuando estoy triste, cuando me sinto débil o tengo miedo. Entonces mi lado fuerte me habla (del tú) y me ayuda a avanzar. Ahora saber que ocupas ese lugar vacante me refuerza aún más. Hoy ya navego, miro la línea de mar que se recorta entre las dos velas. Es un río infinito.
EliminarHasta pronto?
ResponderEliminarAh, ahora comprendo el uso de tú que haces. Está muy bien. No me gusta que sientas miedo. Eso no me gusta nada. Podrás remediarlo?
Digo remediarlo a largo plazo porque si en este momento ya navegas por el río infinito es como si estuvieras en tu casa, por lo que amas el mar.
Hasta pronto porque haré un viaje y -- como casi siempre que viajo-- no me conectaré a través de computadoras o teléfonos.
No dejes de escribir que luego cuando regreso me gusta visitar Para Escribir y leerte.
EliminarBuen viaje!
No dejaré de escribir.
Te echaré de menos.