sobre las cosas del vivir



martes, 15 de octubre de 2013

el palacio...



Cuando llegó al palacio tardó varios días en adaptarse, los espacios eran más pequeños de lo normal. Era extraño que un palacio fuese tan pequeño, pero la princesa no protestó ni dudó que en ese pequeño espacio sería feliz.
Las estancias de ese palacio estaban dispuestas en vertical, había que ascender por una estrecha escalera blanca para ir de una a otra, eso tampoco molestó a la princesa aunque ella nunca había habitado en una torre, los palacios o castillos donde pasó su infancia o su juventud habían sido amplios y horizontales. Nunca había pensado que al ser mayor tendría que estar subiendo y bajando escaleras todo el día y algunas noches. Pero ella era ágil y fuerte y no le tenía miedo a la edad ni a las alturas y se adaptó a su nuevo palacio en pocos días.
Tampoco le extrañó estar sola, ya nadie venía por las mañanas a abrir la ventana y besarla en la frente, como cuando vivió en su primer reino. Recordó las caricias de su madre y a aquella mujer tan buena, María, que la cuidó cuando fue pequeña. Algunas noches, cuando la princesa tenía miedo, iba a la cama de María y aquella mujer la abrazaba y le cantaba canciones muy bajito.
Ahora no se permitiría tener miedo por las noches ni esperaría a nadie por las mañanas. Ahora la princesa en su palacio vertical que llegaba al cielo, tendría que hacerlo todo sola. Buscaría ella misma los alimentos y los cocinaría, eso le daba mucha pereza y algunos días se quedaba sin comer porque se le olvidaba que tenía que hacerlo.
También cuidaría ella misma de la limpieza y las plantas, aprendería a podar en invierno y a abonar la tierra en primavera, no importaba si su tierra era ahora unos tiestos de barro, era su tierra y cuidaría de ella como si fuesen colinas, y si había perdido el lago azul donde en aquel otro palacio se bañaba al atardecer, no importaba, pondría una pequeña fuente en su jardín para seguir oyendo el rumor del agua.
La princesa aprendió que no son las grandes cosas las que dan alegría y supo vivir una vida pequeña sin añorar ni desear otra y cada día recorría descalza y libre su pequeño palacio.
Algunas noches de luna, cuando no podía dormir, también recorría caminando en silencio, casi sin tocar el suelo, su palacio vertical.

Mientras tomo el café por las mañanas leo en los libros que llenan mi cocina preciosas historias que no se acaban nunca.




6 comentarios:

  1. Hola princesa. Me gusta tu cuento vertical.

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    1. Gracias, anónimo, desde lo más alto del palacio vertical.
      Esta noche luna casi llena.

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  2. No sé de princesas ni de palacios, pero sé que es mejor vivir en un lugar en el que se asciende.

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    Me gusta la simpleza, su belleza, el cuidar con las propias manos.

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    Extrañas los besos?

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    1. Claro que extraño los besos. Las princesas y los Palacios están por todas partes, seguro que sí que sabes, cuando te has sentido bien en algún sitio sin desear estar en otro lugar, cuando alguien te ha hecho sentir como a un rey, estabas en un palacio con alguna princesa, nosotros le ponemos los nombres a las cosas.
      Thank you for being there...

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  3. Nada de "palacios" para mí, ni reinos ni princesas, te lo prometo. Prefiero los "Paraísos", y moverme entre pares, Elvira.

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    Cuando escribes, "nosotros les ponemos nombres a las cosas", a qué te refieres? "Nosotros", quienes?

    :

    Thank you for being there as well.

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    1. Cada uno de nosotros va nombrando las cosas según quiere. Paraíso es un nombre precioso.así como mágico, posible, sueño, juego, esperanza, palabras... As well

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