sobre las cosas del vivir
jueves, 22 de diciembre de 2011
una noche buena...
Preparar una noche buena me hace siempre feliz. Mis noches buenas no son en Navidad, las busco entre todas las demás noches del año, que tiene muchas noches que se merecen ser buenas.
Al preparar una noche buena subo y bajo muchas veces las escaleras.
Subo y bajo buscando esas cosas que pongo en la hornacina, en la estantería, en la mesa, frente al sofá. Subo y bajo para traer una manta por si hiciera frío, un jarrón por si se ha abierto alguna flor de la camelia o un mantel y pongo encima los platos, solo por probar, después lo quito todo y comienzo de nuevo perdiendo muchísimo tiempo. Cuando preparo una noche buena pierdo siempre demasiado tiempo aunque creo que ese tiempo que pierdo es esencial. Subo y bajo de nuevo las escaleras con velas que enciendo y luego apago, subo otra vez y bajo con piedras blancas para hacer en el suelo una estrella de mar. También pierdo mucho tiempo al cortar la fruta en trocitos pequeños, al cocer las ciruelas, al batir el zumo de lima con aceite y sal, pierdo tiempo picando albahaca con queso y tostando almendras porque entre tanto vuelvo a subir y bajar corriendo las escaleras y dejo las cosas a la mitad, después lo pongo todo en tarritos y en platitos para no perder tiempo, porque todo el tiempo que pierdo mientras preparo la noche buena me faltará luego, cuando el tiempo siempre es poco. Al subir y bajar las escaleras voy pensando en cómo meter este tiempo que pierdo en una botella de cristal, sería estupendo sacar de la nevera por sorpresa una botella de tiempo fresquito para brindar. Se piensan cosas muy tontas cuando se pierde tanto el tiempo. Pongo música. Los deseos andan también por la casa perdiendo mucho tiempo cuando preparo una noche buena. Se miran al espejo, se pintan los labios, suben y bajan las escaleras. Se visten de azul.
A la mañana siguiente ya no pierdo el tiempo y no subo ni bajo tantas veces las escaleras.
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