sobre las cosas del vivir
lunes, 19 de diciembre de 2011
la orilla del cielo...
Si donde uno vive no hay mar siempre se puede pasear por la orilla del cielo.
Las montañas altas, las colinas, los senderos en los lugares abiertos y escarpados son siempre orillas grandes y abiertas al cielo inmenso. Se ve claramente el cielo que se acerca a la tierra y dibuja el contorno, como hace el mar. En proporción el cielo en todos esos lugares abiertos lo ocupa casi todo (en mi vida casi todo lo ocupa el mar) aunque normalmente se le suele dar más importancia a lo que vemos de tierra, de monte, de rocas o de maleza porque al andar solemos ir preocupados por no caernos y se nos olvida mirar el cielo.
Entrar en un bosque o en un camino donde haya muchos árboles grandes es como entrar en una costa agreste, lo contrario a las orillas limpias y largas del atlántico, yo no conozco las costas de Galicia pero imagino que son al mar lo que los bosques al cielo. El cielo entra y llega a la tierra resbalando entre las hojas y las ramas como el agua en los acantilados.
Hay ciudades donde la orilla del cielo se puede ver a través de los edificios o en la silueta de un castillo que está en alto y en los atardeceres la orilla de ese cielo se tiñe también de violeta como la orilla del mar.
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