sobre las cosas del vivir
jueves, 13 de junio de 2013
historias del patio rojo...
En el tiesto grande de la esquina está el jazmín, cuando lo compré me cabía en una mano, tardó varios años en crecer aunque siempre fue generoso y dio jazmines. Ahora es tan alto que llega al dormitorio y perfuma mis noches de verano. En invierno lo podo con todo el amor del que soy capaz aunque me duele cortar sus ramas, pero sé que solo así brotará más fuerte y se hará más grande, quizás llegue algún día hasta la terraza de arriba.
Dos de los ficus también llegaron siendo apenas unas ramitas, los transplanté varias veces, son gemelos, juegan juntos como niños y compiten por crecer.
La bignonia está conmigo desde hace mucho, la compré en la plaza de Bib-rambla en Granada, ella sola era mi jardín en aquellos años que viví allí, me acompañó después a Sevilla y a Guadix, la llevaba con mi equipaje y la hacía parte de las casas que iba habitando y abandonando. Aquí ha encontrado su hogar aunque algunas veces le digo que conmigo nunca se sabe y que nada es definitivo, pero ya somos más viejas y quizás más perezosas para abandonar esta vida y volver a empezar otra.
El prunus lo compré cuando murió mi madre, se lo regalé porque era el árbol que más le gustaba, lo cuido como si la cuidara a ella, en algunas noches tristes me acerco a su tronco oscuro y le susurro palabras, me apoyo en él y lo rozo con los labios, a veces creo sentir una caricia o consuelo.
A la kentia la adopté, la habían abandonado, estuvo en una tienda decorando un rincón, ya no servía y la echaron a la calle, la traje en coche desde otra ciudad, le expliqué que sería feliz a la sombra, sin vientos fuertes, que vería por fin el cielo y que oiría el rumor de la fuente, desde que llegó es feliz, lo noto porque da hojas nuevas y se ha vuelto de un verde azulado, como algunas veces las olas del mar.
Cuando terminé la obra, vino mi tío a ver la casa y me regaló una pilistra, "para tu patio chiquito", me dijo que era la planta de los patios andaluces, está detrás de la fuente, dobla las hojas hasta meterse dentro, como a mi, le gusta bañarse en el agua fría.
El ficus grande también llegó pequeño y asustado, aquí se hizo valiente. Ahora los pájaros se esconden entre sus ramas fuertes, tan altas que casi llegan al cielo.
Cuando estaba en el hospital, un poco antes de morir, mi madre me pidió varias cosas que intento cumplir cada día, (algunas no son nada fáciles) una de ellas era que cuidase del helecho que tenía en la cocina, "porque a tu padre no le gustan las plantas y seguro que se muere como yo"¡Claro que lo cuido, mamá! y con sus hojas cada vez más grandes y más suaves él también me cuida a mi.
Cuando el tiempo es bueno, incluso en algunas mañanas de invierno dejo abierta la cristalera para que las plantas entren en la casa y vivan conmigo, cuando hace frío nos separa el cristal, pero nunca nos cansamos de mirarnos.Yo sé sus historias y ellas conocen mis secretos.
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Es muy bonito eso de que nunca os cansáis de miraros, que vivas con tanto cariño con tus plantas y que ellas conozcan tus secretos. Pienso, conociéndote, que nadie más conoce tus secretos misteriosos.
ResponderEliminarNo sé quien eres, anónimo, pero si me conoces sabrás que mis secretos misteriosos, todos, los conoce solo el mar...
EliminarYo tengo un patio mas grande y, siempre pienso en llenarlo de plantas pero no se porqué las plantas y yo estamos lejos. Bueno, tuve un ciruelo rojo que lo planté en recuerdo de mi padre, incluso le puse su nombre. Lo maté intentando librarlo de las hormigas. También planté una yedra que fue creciendo y se hizo grande llenando con cientos de hojas una vieja pared. La pobre desapareció cuando desapareció la vieja pared. Después de leerte me siento mas cerca de ellas. Gracias
ResponderEliminarGracias a ti por tu comentario, aunque tu ciruelo y tu hiedra ya no estén en tu patio los recuerdas con cariño, como se recuerdan a los amigos o a los amores, aunque ya no estén.
EliminarLlegarán nuevas plantas a tu patio y lo llenaran de historias...
Voy a contarte a ti y a tus plantas una historia. Salgamos al patio, con ellas.
ResponderEliminarTuve una vez un gomero que por mucho tiempo vivió en una maceta. Yo miraba la maceta y solo pensaba en plantarlo en tierra, pero cada vez que quería hacerlo pasaba algo que nos alejaba a lugaes sin tierra. Al ver lo difícil que se hizo para él llegar a destino, lo bauticé con el nombre de Odiseo Gomez (Gomez por gomero). Odiseo tardó 10 años en llegar a Itaca.
Odiseo pasó por muchas casas, todas sin tierra. Le conseguimos una maceta grande. Luego me fui del país, lo cargamos entre tres por unas escaleras, viajamos en un caminoncito hasta que llegamos a la casa de una amiga pintora que tenía un patio lleno de plantas y que conocía a Odiseo de tiempo atrás. Yo te lo vuido, me dijo, contenta de tenerlo. Y así fue. Cada tanto me enviaba fotos de cómo crecía, entre amigos.
Yo seguía soñando con plantarlo en tierra.
Así pasaron los años, y un año murió quien yo más amaba. Viajé por el mismo mar que lloraba. Y fue entonces que apareció un regio lugar donde plantarlo.
Fuimos entre varios a hacerlo, viajamos dos horas, elegimos un lugar especial entre la inmensidad de la tierra, el día era radiante, la tierra húmeda se olía fértil. Lo plantamos con amor, lo rodeamos haciendo un círculo, dandonos las manos. Lo besé tanto. Eres libre, Odiseo. Crece! Expande tus raíces. Le dije.
Murió ese mismo invierno. Me dijeron que por una helada.
La Itaca de Odiseo Gómez no era de este mundo.
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Ahora quiero hacer silencio entre ustedes, plantas del patio rojo. Y luego escuchar más historias.
Esta mañana al despertarme leí la historia de Odiseo. Ahora. Cuando el sol está más alto la he leído en voz alta en el patio rojo. Las hojitas chicas de los ficus, las grandes de la kentia, las suaves de la hiedra, todas se han estremecido en un vaivén dulce y melancólico. Algunos jazmines blancos han caído como gotas de lluvia o lágrimas blancas.
EliminarMuchas veces he pensado que en sus macetas se sentirán prisioneras y he soñado para ellas un jardín de tierra fértil como tu Ítaca.
Tu historia me hace pensar y comprender que nos equivocamos , la historia de Odiseo a las plantas de patio rojo les ha dado pena y miedo y me han pedido es su silencioso hablar que no las lleve lejos del patio rojo ni de mi. No sabes cómo te agradezco que hayas venido a contarnos la historia de Odiseo.
Entremos dentro ahora,, te apetece un café?
ResponderEliminarEs una fiesta tu patio rojo, rico de amor y belleza, de cuidado y espíritus, y de historias.
Tus plantas están juntas y se quieren, y te quieren, no creo que haya fertilidad más deseable.
Gracias por leerles la historia de Odiseo Gómez. Seguro que hoy dormirán más juntas.
Y vamos por ese café, que aquí ya arranca el día.