sobre las cosas del vivir



domingo, 30 de junio de 2013

bailar...



Al amanecer el viento empezó suave, del norte, fresco y constante, incitó al mar y las olas de la orilla comenzaron apenas a mover las caderas. Fue subiendo a lo largo del día, rolando al sur, a ráfagas lentas, el mar lo seguía alzándose en ondas, rizando la piel, dejando escapar espumilla blanca. Al medio día el viento se cansó y se detuvo pero el mar siguió danzón, se hizo más azul y más frío llamando al viento perezoso, y volvió el viento, ya de levante, con más fuerza, encarándose seductor al mar para terminar juntos el baile que habían empezado.

En realidad navegar es oír la música, seguir el ritmo que va cambiando entre el viento y el mar, sentir pasión y bailar con ellos.


jueves, 27 de junio de 2013

abridor...



Era una mansión cerca del lago de Como, al norte de Italia. La casa antigua pero bien conservada tenía dos plantas con ventanas alargadas y balcones que daban al jardín, árboles enormes, parterres llenos de flores y un huerto. En la casita de los guardeses vivían un jardinero y su mujer que limpiaba y cocinaba cuando abrían la casa grande, creo que solamente dos veces al año, a finales de verano y en pascua. Ese era un lugar donde ser feliz, pero hay familias que aún teniendo los lugares más hermosos llenos de los objetos más bellos no consiguen ser felices.
Aquel año yo viví con esa familia de la alta burguesía italiana, trabajaba de "au pair" cuidando a Piero, el niño, hijo único, tan infeliz como sus padres, sus tíos, sus primos y su abuela. Era un niño mimado y arisco acostumbrado a estar siempre con chicas extrañas que le hablaban en inglés, yo no era inglesa ni americana como las anteriores pero pasé el examen que me hizo el padre, mi nivel de inglés era suficiente, está claro que Piero no aprendió inglés conmigo, yo aprendí su italiano de acento milanés y palabras infantiles.
Aquel verano lo pasamos en Portofino donde tenían otra casa para ser feliz aunque no lo eran, después abrieron la casa del lago y me abandonaron allí con Piero, tras haber vivido con él diez meses, durante aquellos días Piero y yo fuimos finalmente felices, nos escondíamos en el jardín, remábamos en el lago, acompañábamos a María a coger tomates del huerto, les enseñé a hacer gazpacho. Conseguí jugar con Piero y que se tumbara junto a mi a contar sueños y estrellas.
"Vamos a jugar a mi juego preferido, mira cualquier cosa de la casa, un sillón, una mesa, un libro, obsérvalo y cuéntame su historia, invéntala, piensa en quién lo creó, por qué lo compró alguien, quién lo usó, qué ha visto ese objeto, qué ha sentido".
Piero aprendió rápido, era bueno imaginando las historias de su propia historia através de los objetos que llenaban aquella casa tan hermosa donde yo empezaba a creer que alguna vez se había sido feliz.
Un día Piero me contó la más bella historia con un abridor en la mano, lo había sacado de un cajón y vino corriendo a mi, "Es un abridor mágico que perteneció al abuelo de mi abuelo, lo trajo de oriente cuando estuvo allí antes de casarse con la princesa que era la abuela de mi abuela, este abridor abre botellas, pero si lo pones en el dedo así te abre todo lo que tú quieras, incluso una caja fuerte o un castillo..."

Piero me regaló el abridor mágico, le pregunté a su madre si me lo podía llevar y desde entonces no me he separado de él. Cuando deseo mucho algo lo pongo en el dedo como me dijo Piero, hay algunas cosas que aún no ha conseguido abrirme, pero no pierdo la esperanza.
Yo creo en la magia.

miércoles, 26 de junio de 2013

las piedras...


 

En verano busco tesoros, o más bien los encuentro (los amores también son mejores cuando se encuentran sin buscarlos), aparecen con formas de piedras (los tesoros, aunque algunas veces también los amores tienen la forma o la dureza de las piedras) y las recojo, las limpio con agua del mar y las lavo con agua dulce al llegar a casa. Cuando viajo no compro nunca regalos ni recuerdos, voy con muy poco equipaje, pero siempre encuentro alguna piedra que no puedo evitar llevar conmigo, (algunos amores no pueden evitarse tampoco).
Tengo la casa llena de tesoros, con ellos hago formas o escribo palabras, voy moviendo las piedras o se mueven solas para sorprenderme, me hacen bromas, se esconden en las sombras. Hago pequeños dibujos a lápiz donde las hago volar, leo en ellas historias interminables sobre el tiempo y la vida.

El barco fondeó cerca de una isla, sin dudarlo me lancé al mar y nadé hasta la orilla, era una playa solitaria llena de perlas negras con pequeñas venillas blancas, volví al barco con un puñado en cada mano, no tenía donde llevarlas, me costó mucho trabajo nadar con los puños cerrados, pero si uno encuentra un tesoro es muy difícil abandonarlo.



lunes, 24 de junio de 2013

la luna...



La luna grande dejó huella en la orilla. Se hizo denso el mar y subió en un inmenso latido. Pasó cerca la luna y el mar quiso tocarla. Por mucho que se alargue la caricia efímera que la luna le hace.

Sufre tanto mi mar querido al no poder besarla.


jueves, 20 de junio de 2013

silencio...




No encuentro palabras.
Normalmente me sobran, se encadenan solas mientras conduzco y se alargan como los kilómetros, se me enredan en los pies cuando camino y me hacen tropezar, se me caen de las manos, no me caben en el bolso, se esconden debajo de la cama o las veo cuando levanto un almohadón. Muchas veces se enmarañan y se quedan en los rincones como el polvo de la estantería. Están en las arrugas de la ropa, en la funda de las gafas. Me inundan y me lavan como el agua o el aire.
A veces desaparecen de golpe y si intento buscarlas es peor porque el silencio y el vacío dejan gotitas de sangre que lo manchan todo. Entonces, para salvarme, recurro al color silencioso y suave.

Las flores que ayer puse en un jarrón se han hecho acuarela azul llenando el vacío que han dejado las palabras.



lunes, 17 de junio de 2013

cenicienta...



Venga Cenicienta, levántate y anda ya!
Te has despertado al alba y te has asomado a mirar el sol que salía del mar latiendo como tu corazón. Entonces has cerrado los ojos y has sonreído al respirar, has vuelto a sentir por un instante el golpecito de felicidad que te llega de vez en cuando, ese que te recorre y que reconoces cada vez mejor, quizás porque cada vez llega más distanciado o es más breve, y no sabes qué hacer para retenerlo y que dure. ¿Recuerdas, Cenicienta, cuando ese golpe de felicidad era casi constante? Lo llevabas contigo a todos lados y conseguías incluso derramarlo por los ojos. Ahora no, es cierto que se ha ido haciendo chiquito y débil, pero todavía sabes rescatarlo algunas veces, al amanecer, cuando anochece y estás cansada, cuando te lanzas al mar, cuando crees que todavía no es tarde, cuando te olvidas y cuando recuerdas, Cenicienta, sobretodo cuando eres tú.
Venga ya, levántate, te has duchado en la terraza con la manguera que usas para regar las plantas, ahí también has sentido la caricia de la felicidad, es el agua fría, lo sabes, sobre la piel que hoy está llena de sol, te has visto reflejada en el cristal, tu cuerpo pequeño, así, desnuda en el cristal, bajo el agua eras la de siempre, te has reconocido, con el sol a tus espaldas y la vida por delante. Te has vestido con alegría y te has pintado los labios, te has sentado a tomar tu café sobre el suelo de madera, mirando el mar, acariciando a tu perra que apoyaba la cabeza en tu pierna, cuando acaricias a tu perra sientes el golpecito también, la felicidad se mezcla con el amor. El amor daba muchos golpes de felicidad, ¿recuerdas, Cenicienta? Qué bonito era ir todo el día con los golpes de felicidad del amor clavándose como alfilerillos en los pies, en los ojos, en el corazón.
Venga ya, levántate, te has puesto las sandalias que brillan para darte ánimos mientras caminas, te gusta mirar los pasos que vas dando sobre la acera o el asfalto, ¿recuerdas? dijiste que querías hacer más bonitas las cosas a tu alrededor, todas las cosas y eso te hizo sonreír, aunque nadie las vea.
Anda, Cenicienta, anda ya! deja de sentir la pena que también llega a golpecitos, como la felicidad pero al revés, déjala en la alfombra y vete, Cenicienta.

Venga, Cenicienta, anda ya!


jueves, 13 de junio de 2013

historias del patio rojo...



En el tiesto grande de la esquina está el jazmín, cuando lo compré  me cabía en una mano, tardó varios años en crecer aunque siempre fue generoso y dio jazmines. Ahora es tan alto que llega al dormitorio y perfuma mis noches de verano. En invierno lo podo con todo el amor del que soy capaz aunque me duele cortar sus ramas, pero sé que solo así brotará más fuerte y se hará más grande, quizás llegue algún día hasta la terraza de arriba.
Dos de los ficus también llegaron siendo apenas unas ramitas, los transplanté varias veces, son gemelos, juegan juntos como niños y compiten por crecer.
La bignonia está conmigo desde hace mucho, la compré en la plaza de Bib-rambla en Granada, ella sola era mi jardín en aquellos años que viví allí, me acompañó después a Sevilla y a Guadix, la llevaba con mi equipaje y la hacía parte de las casas que iba habitando y abandonando. Aquí ha encontrado su hogar aunque algunas veces le digo que conmigo nunca se sabe y que nada es definitivo, pero ya somos más viejas y quizás más perezosas para abandonar esta vida y volver a empezar otra.
El prunus lo compré cuando murió mi madre, se lo regalé porque era el árbol que más le gustaba, lo cuido como si la cuidara a ella, en algunas noches tristes me acerco a su tronco oscuro y le susurro palabras, me apoyo en él y lo rozo con los labios, a veces creo sentir una caricia o consuelo.
A la kentia la adopté, la habían abandonado, estuvo en una tienda decorando un rincón, ya no servía y la echaron a la calle, la traje en coche desde otra ciudad, le expliqué que sería feliz a la sombra, sin vientos fuertes, que vería por fin el cielo y que oiría el rumor de la fuente, desde que llegó es feliz, lo noto porque da hojas nuevas y se ha vuelto de un verde azulado, como algunas veces las olas del mar.
Cuando terminé la obra, vino mi tío a ver la casa y me regaló una pilistra, "para tu patio chiquito", me dijo que era la planta de los patios andaluces, está detrás de la fuente, dobla las hojas hasta meterse dentro, como a mi, le gusta bañarse en el agua fría.
El ficus grande también llegó pequeño y asustado, aquí se hizo valiente. Ahora los pájaros se esconden entre sus ramas fuertes, tan altas que casi llegan al cielo.
Cuando estaba en el hospital, un poco antes de morir, mi madre me pidió varias cosas que intento cumplir cada día, (algunas no son nada fáciles) una de ellas era que cuidase del helecho que tenía en la cocina, "porque a tu padre no le gustan las plantas y seguro que se muere como yo"¡Claro que lo cuido, mamá! y con sus hojas cada vez más grandes y más suaves él también me cuida a mi.

Cuando el tiempo es bueno, incluso en algunas mañanas de invierno dejo abierta la cristalera para que las plantas entren en la casa y vivan conmigo, cuando hace frío nos separa el cristal, pero nunca nos cansamos de mirarnos.Yo sé sus historias y ellas conocen mis secretos.


lunes, 10 de junio de 2013

el silloncito de flores...



El silloncito de flores estaba en el vestidor de su dormitorio. Es un sillón capitoné, muy pequeño, de patas de caoba tallada, a esos silloncitos se les llamaba "descalzadoras", se usaban para ponerse o quitarse los zapatos. Estuvo en el dormitorio de sus padres y después en su primer dormitorio de casada. Decía que de todas las cosas que había en la casa esa era la que más le gustaba.
Ella se sentaba en el silloncito de flores a coser, a pintarse las uñas, a leer o a perder la mirada en los sueños que seguramente tuvo y que no se cumplieron. Parecía una niña sentada allí.
Está ahora en el salón de esta casa que mira al mar, nadie lo usa porque es demasiado bajo e incómodo, yo sí, me siento a coser, a limarme las uñas, a leer o cuando necesito perder la mirada en los sueños que tampoco se van cumpliendo. Yo también parezco una niña cuando me siento en él.
Dicen que el tiempo difumina la ausencia y el dolor de la muerte se suaviza. No siempre, a veces algún objeto, alguna palabra, algún olor, borra todo el tiempo y la ausencia vuelve y duele.
Sentada en el silloncito de flores querría tanto contarle las cosas que desde entonces lo le puedo contar a nadie, pedirle que me abrazara y que su fuerza me hiciese de nuevo creer en mi, oír su risa que borraba mis penas.

Hoy la necesito y su ausencia me duele, por eso en esta mañana azul, al silloncito de flores, le han caído algunas lágrimas.


viernes, 7 de junio de 2013

fragmentos...



Es el edén. Un cielo infinitamente azul. Un jardín al borde del mar. Pájaros que cantan, algunos se acercan a la orilla a picotear entre las algas. Sombra y luz, aire fresco.
Estoy aquí, en un fragmento del edén. Pero si amplío la mirada veré los edificios que dan a la carretera, el restaurante, las papeleras, las sombrillas, el puesto de helados, los coches aparcados, a lo lejos el puerto y la ciudad.
Con las personas, con las cosas, con los recuerdos también pasa, la belleza de un fragmento suele perderse en la totalidad. Me esfuerzo en encontrar fragmentos donde disfrutar la vida y quedarme en ellos lo más posible para ser feliz.

Es inútil y a veces doloroso querer abarcar más.

martes, 4 de junio de 2013

no tener ilusiones...


"Saber no tener ilusiones es absolutamente necesario para poder tener sueños.
Alcanzarás así el punto supremo de la abstención soñadora, donde los sentidos se mezclan, los sentimientos se desbordan, las ideas penetran las unas en las otras. Así como los colores y los sonidos saben los unos a los otros, los odios saben a amores, y las cosas concretas a abstractas, y las abstractas a concretas. Se rompen los lazos que, al tiempo que todo lo ligaban lo separaban todo, aislando cada elemento. Todo se funde y confunde."

324
 " El libro del desasosiego"
Fernando Pessoa.



Tumbada sobre las piedras en el minúsculo patio rojo, mirando el cielo lejano, enjaulado entre los muros altos, los sentidos se mezclan, como las hojas del prunus, del fícus y del jazmín. Los sentimientos se desbordan como las sombras, las ideas penetran las unas en las otras, los colores y los sonidos saben los unos a los otros. No hay odios, por eso los amores saben a amores. Se rompen los lazos como se deshilachan las nubes que pasan mirándome desde arriba. No sé si estoy triste o alegre. No tengo ilusiones para poder tener sueños.

Todo se funde y confunde...


domingo, 2 de junio de 2013

junio...



Junio ha empezado en alta mar. Las olas se abrían fácilmente en un susurro de espuma blanca, el viento era suave y fresco. Junio ha empezado brillando, como brillan los sueños o la esperanza, a destellos. Ha empezado sereno, dejando mis miedos y las penas en la orilla. Este junio ha empezado azul, mirando al cielo, en el mar.

Espero que siga así, entre la realidad y el horizonte.