sobre las cosas del vivir



viernes, 31 de mayo de 2013

la playa...




Cuando vengo a la playa no lo hago por la carretera de los pinos, bajo por la del río. Hoy lleva tanta agua (será el deshielo) que las cañas se doblan arrastradas por la corriente, tanta aqua (habrán abierto la presa) que he parado a tocarla, ¡qué fuerza tiene el río!
El temporal de poniente ha dejado la orilla limpia y el mar frío. Todavía no hay gente ni sombrillas en la playa, quizás  porque es temprano o porque aún no hace mucho calor.
Antes de nada me lanzo al mar, no puedo evitarlo, me llama y acudo, no me importa el frío ni que a las pocas brazadas me duelan los huesos, abro los ojos bajo el agua para mirarlo desde dentro, abro la boca para llenarme de él. Voy hasta el fondo, subo a respirar; bajo la superficie vuelo.
Corro por la arena y tiritando me tumbo al sol.
No sé que año es ni qué edad tengo, no sé dónde estoy ni qué tengo que hacer luego. Cierro los ojos, respiro el mar y sonrío.

Desde siempre estas mañanas solitarias en la playa me han curado las penas y me hacen feliz.






martes, 28 de mayo de 2013

la sombra nueva...



Cuando el sol se hace fuerte, la terraza, que está muy cerca del cielo, con el calor se quema,  yo paso las mañanas a su lado y comprendo que tanta luz le duela, por eso he inventado una sombra que la proteja. Tomé las medidas y cosí la tela como si le estuviese haciendo un vestido blanco a mi terraza en primavera.
Una vela al el viento (hasta la casa sueña que navega).
Me dio mucho miedo colocar los cáncamos, tan cerca del vacío, creí que no podría hacerlo sola, pero fui valiente, saqué fuerzas, me arriesgué y lo he conseguido.

Alegre y satisfecha he llenado de agua fresca la pilita de mármol para que los pájaros se bañen y beban, así, mi terraza y yo, podemos compartir con ellos la sombra nueva.



domingo, 26 de mayo de 2013

aquel dormitorio...



Aquel era un dormitorio pequeño en un piso de estudiantes, la cama, siempre deshecha, la ventana dando a un patio de vecinos, una mesa de estudio, un armario donde no cabía nada. Pasé allí muchas tardes y algunas noches. A cada hora le poníamos un color, a cada emoción, y a cada beso también. Aquel dormitorio se llenó de sueños y de promesas que no se cumplieron, de risas y de algunas lágrimas, allí decidí irme y no volver.
Dos pruebas de color de un grabado al azúcar, un trabajo de clase de aquel año de universidad, nada más, perdido entre muchos papeles viejos en una carpeta en el sótano. Ya no recordaba este grabado, ni aquel dormitorio, ni las luces cambiantes, ni quienes éramos los que estuvimos allí.
He olvidado tanto que me asusta, si no hubiese vivido aquellos días en aquel dormitorio hoy no sería quién soy, ni estaría aquí. Voy buscando el olvido, quiero olvidar tanto que me asusta.

Acabo de comprender que todo lo que me esfuerzo en olvidar es lo que me hace ser yo.


viernes, 24 de mayo de 2013

la higuera...



La higuera del cerro ya da sombra. Se ha cubierto de matorrales el sendero estrecho que bordea el río. Es la zarzamora la que pincha, no duelen al pasar ni los juncos ni las cañas. Por las acequias de piedra corre sin descanso el agua. Los huertos están repletos de limones, de nísperos, de naranjas, y el campo lleno de flores amarillas, violetas y blancas. Al subir al camino alto se ve la sierra nevada.
Aunque se lo quiero contar todo, yo sé que mi casa no entiende de palabras, por eso le he traído unas hojas de la higuera grande que huelen tan dulce como la infancia.

¡Con qué poca cosa se pone contenta mi casita blanca!


martes, 21 de mayo de 2013

la televisión...



Hacía muchos días que no encendía la televisión. Algunas veces pienso que es peligroso este aislamiento voluntario en el que voy viviendo, aislada incluso de las noticias. Dedico mi tiempo a vivir plácidamente en este mundo pequeño que me he creado, buscando la belleza pequeña que todo lo llena, viviendo lentamente, necesitando muy pocas cosas y aspirando cada vez a menos, incluso en las palabras o en los dibujos que hago veo que busco menos, o lo más esencial, y disfruto más. Pero hoy he encendido la televisión, he visto algunos de los problemas grandes del mundo grande, tanta gente que sufre, que lucha, que muere, he visto tantas angustias, discusiones, verdades que parecen mentiras y mentiras que parecen verdades. Me he sentido tan aturdida, avergonzada quizás.

Yo había pasado esta mañana de primavera lluviosa dibujando con tinta y palillo las ramas rotas que la tormenta ha dejado en el patio rojo...


domingo, 19 de mayo de 2013

el comedor...



Yo fabriqué la mesa, cuando terminé la obra de la casa, pasé mucho tiempo en las habitaciones imaginando los espacios. El comedor tenía que ser un espacio versátil, era donde tendría que dibujar o escribir, pero también era donde reuniría algunas veces a los amigos o a la familia. Estudié las medidas y durante un tiempo tuve un tablero sobre unas cajas para comprobar que el tamaño  y la altura de la mesa eran las precisas, después fui a una carpintería e hice cortar las piezas, las ensambló el carpintero, cuando me trajo la mesa se reía mucho de mi porque decía que parecía un trono y que no serviría para comer. Estoy acostumbrada a oír todo tipo de críticas a las cosas que hago y he aprendido a reírme también. Entonces pinté la mesa, tardé toda una semana, primero una imprimación en esmalte rojo, después pan de oro y pátinas. Yo había comprado un sofá en un anticuario hacía mucho tiempo, era tan pequeño porque entonces vivía en un estudio que no admitía nada de proporciones normales. Tiendo a enamorarme de las cosas (y de las personas) que me hacen feliz y me enamoré de ese pequeño sofá rojo. También tiendo a abandonar las cosas (y las personas) que no me hacen feliz, aunque sean hermosas o valiosas. Tenía que encontrarle un sitio a ese sofá y lo puse junto a la mesa, así las sobremesas se convierten en tertulias o cuando desayuno sola lo hago en ese sofá tumbada mientras leo o simplemente miro la luz de la mañana.
Es el comedor, con la mesa dorada, el sofá rojo, las sillas tapizadas en brocado, el espejo que me regaló mi padre cuando tuve mi primera casa y que duplica el espacio haciéndolo un poco mágico, la lámpara de nácar, las velas.
Como todos los espacios va llenándose de vida y recuerdos, algunas veces lo miro entre las sombras soñando otras cenas que haré, otras conversaciones, otras risas, otras miradas.

En todas las esquinas de la vida quedan cosas por vivir.


jueves, 16 de mayo de 2013

el pasado...



Estoy de nuevo en el pasado aunque no quería volver.
El pasado está frente al mar, ya lo dije, hay una pequeña carretera que lo separa del monte, en la esquina está  la misma casa derruída con su gran jazmín que solía tener flores todo el año, también lo dije, yo siempre corría a coger jazmines que me metía en los bolsillos, ahora lo han cortado y sólo queda el tronco viejo. Espero que florezca otra vez, nunca se pierde la esperanza. El pasado sigue estando envuelto en mar y cielo, las olas rompen sin descanso, es curioso, en su infinita rutina las olas no encuentran monotonía,
En el pasado siguen estando las piedras en la playa, las pitas con sus flores rojas, los muros encalados y los manteles de cuadros, pero ya no son iguales los sueños ni los recuerdos, no hay jazmines ni ilusiones sobre la mesa. Por eso no quería volver.

El pasado y las olas se van rompiendo en espuma blanca.




martes, 14 de mayo de 2013

el torcal...



El torcal es un bosque de piedra al norte de mi ciudad. Adentrarse en el torcal es peligroso si no se siguen los senderos marcados con flechas de colores pintadas en las rocas. Es como caminar por una ciudad extraterrestre, o por un castillo interminable dentro de un sueño, o entre las entrañas de una increíble escultura gigante.
Si voy al torcal procuro no alejarme de las flechas que indican el camino, aunque ahora va mucha más gente y pienso que si uno se perdiese al gritar alguien lo podría ayudar.
Pero entonces, cuando yo era muy niña, sólo los aventureros iban al torcal.
Habíamos ido de excursión toda la familia, mi padre, más prudente, se quedó con mis hermanos en el camino, pero mi madre y yo nos alejamos atravesando un desfiladero porque habíamos oído rumor de agua y queríamos encontrar el río. No supimos volver al sendero, nos perdimos entre las paredes de roca. Subíamos y bajábamos por las piedras, mis manitas de niña se arañaron y sangraron un poquito. Teníamos frío, mi madre tendría mucho miedo aunque me hacía reír y me hablaba de la maravillosa aventura que estábamos viviendo.
Anocheció, gritábamos las dos a la vez para gritar más. Teníamos hambre y sed. Bajo una piedra que nos protegía del viento mi madre me abrazó muy fuerte y me dormí tranquila sintiendo sus besos pequeños sobre mi frente.
Nos encontró la guardia civil al día siguiente, no habíamos oído los disparos ni las bengalas que lanzaron durante la noche intentando localizarnos. Mi padre estaba muy nervioso, creo que antes de perdonarnos nos regañó mucho, sobretodo a mi madre, le decía que lo iba a matar a disgustos.
Mi madre, como una niña mala, reía y me miraba cómplice orgullosa de la aventura que habíamos vivido. Yo no fui consciente del riesgo ni del peligro, al poco tiempo ya había olvidado el frío y el hambre.

Ahora, de aquella noche perdidas en el torcal sólo recuerdo sus besos pequeños en mi frente y el latido de su corazón.



sábado, 11 de mayo de 2013

el don...



Era una de esas personas con un halo de misterio. El ritmo de su vida no era muy distinto al de los demás. Trabajaba, tenía familia, amigos, penas y alegrías, algunas desgracias en su vida, como tenemos todos, algunos golpes de suerte. Tenía recuerdos, fracasos, sueños y sueños rotos, como tenemos todos. Pero en algo trascendía su misterio. Yo lo observaba con curiosidad intentando descubrir su secreto, esa sensación de constante serenidad, como si alguna felicidad oculta y muy superior lo llevase en volandas por la vida.
Al cabo de los años, cuando envejeció, seguía siendo igual y ese halo lo hacía hermoso a pesar de las arrugas y de los achaques de la edad.
Ahora creo que lo sé,  simplemente tenía un don que tienen muy pocas personas y que yo persigo.

El don de apreciar las cosas mientras suceden.


jueves, 9 de mayo de 2013

una mañana de primavera...



Aunque lo normal sea el asfalto y el ruido, la tecnología, las cosas cada vez más lejanas, más difíciles y más frías (las personas también). Aunque se dependa tanto de tantas cosas que parece que nunca son suficientes. Por mucho que el mundo intente hacernos creer que ya dominamos y controlamos la vida, hay momentos, especialmente en primavera, en los que algo primitivo dentro de nosotros nos hace comprender que seguimos siendo parte de la naturaleza y que como el jazmín y la bisnonia, el prunus o la hierba buena, es posible renacer. Como los pájaros es posible, sin motivo aparente, levantarse contento y cantar.

En una mañana de primavera el patio rojo, tan pequeño, tan poca cosa, es un paraíso donde volar.


martes, 7 de mayo de 2013

las estatuas...



Soy muy antigua, de esa generación que aprendió a dibujar estatuas.
A los diez años, después de mucho insistir y jurar que estudiaría aún más y que sacaría aún mejores notas, conseguí que me matricularan en la Escuela de Artes y Oficios de mi ciudad. Entonces estaba en un hermoso edificio del centro, era la misma Escuela de Artes donde había dibujado Picasso de niño.
Después del colegio, con mi uniforme azul y mis libros, iba caminando sola por la ciudad y entraba emocionada en aquel aula vieja llena de estatuas. Mi padre me regaló una cajita de madera que había sido de mi abuelo Antonio, el pintor, el que se fue porque era demasiado artista para quedarse, con el que siempre soñé porque todos me decían que me parecía a él y que mis ojos verdes eran como los suyos.
En esa cajita mágica llevaba los carboncillos, los trapos, la plomada, que también me hizo mi padre, los lápices y los difuminos.
Soy muy antigua porque aprendí a mirar las estatuas sabiendo que en aquellos cuerpos de escayola desnuda estaban todas las respuestas a las preguntas que aún no sabía formular.
Soy muy antigua porque aunque no llegaba a la parte alta del tablero y me tuvieron que proporcionar un banquito de madera donde subirme, dibujaba con los dedos y con el alma. Mi vida antigua eran las horas esperando que llegase el momento de dibujar, como lo hacíamos entonces, con el cuerpo y con el corazón hasta hacer que las estatuas viviesen en el papel.
Ahora yo enseño en la Escuela de Artes y en el aula siguen estando las estuatuas, ya nadie las utiliza para enseñar a dibujar, dicen que eso ya no sirve en este mundo en el que vivimos, los alumnos no las miran, no saben abandonar la pantalla del ordenador.
Soy muy antigua, está claro. Hoy con toda mi ilusión antigua he traído la cajita de mi abuelo y en las horas libres, sola en el aula, me he puesto a dibujar estatuas. He vivido de nuevo la antigua satisfacción y la felicidad.

Ahora estoy escribiendo desde la mesa del profesor, con una sonrisa y los dedos manchados de carbón.


lunes, 6 de mayo de 2013

lunes de mayo...



En esta otra casa que habito los amaneceres son más claros y el horizonte está más cerca. Es cierto que no hay tanto silencio ni tantos pájaros, tampoco hay tanta soledad ni tantos ladridos de perros, no hay gallos que canten en mitad de la noche ni campanas de iglesia. Pero en esta casa se respira el mar y el sol lo inunda todo, inunda la cama, el baño, el salón, la alfombra roja, la cocina. Como solo estoy en esta casa los lunes por la mañana disfruto mucho de todas las cosas y los colores, me paseo descalza deteniéndome en rinconcitos o detalles que había olvidado para volverlos a descubrir, hago lo mismo cuando estoy en la habitación de un hotel, por eso en esta casa algunas veces me creo extranjera, imagino que estoy de paso y que no volveré nunca más, entonces todos los movimientos se hacen más lentos, la percepción se agranda y las emociones se suavizan, hasta lo más pequeño adquiere otro significado, como en un ritual.

Lunes de mayo.

viernes, 3 de mayo de 2013

tu mano...



Podría dormir dentro de tu mano porque soy pequeña y tú eres inmenso.
Cuando miro tus manos, sin que tú lo sepas, creo que nada malo puede pasarme. Tus dedos entonces me rodean y yo, que soy débil, me pierdo y en ti busco refugio. En tus manos, que acaricio sin que tú lo sepas, encuentro calor cuando tengo frío. En tus manos finalmente puedo cerrar los ojos. En tus manos respiro si me ahogo.
Después te olvido y me hago grande. No te busco, no puedo sentir miedo ni frío, no me escondo. Soy fuerte cuando te olvido.

¿Por qué sino cada día intento olvidarte?




miércoles, 1 de mayo de 2013

mayo...



Mayo ha empezado con tanta luz y tanto azul que todo parecía de agua cristalina, o todo de aire frío, o todo de cristal.
Ayer aún nevaba en las montañas que abrazan la costa, porque la aman mucho. Como una ola que rompe en la orilla, las cumbres rompían la espuma de la nieve y las nubes blancas.
Yo me he lanzado al mar helado, no he podido evitarlo, tendré en mi naturaleza algo de sirena que renace en el agua salada.
El barco navegaba, contento también, ciñendo suavemente contra el viento.

Mayo ha empezado azul y feliz.