sobre las cosas del vivir



domingo, 17 de junio de 2012

su mano...



Su mano me sostuvo. Me acarició. Me alzó por los aires. Me guió cuando me perdí. Él me contó que cuando nací me acercó su mano, yo me agarré a su dedo índice y no quise soltarlo.
Sus manos fueron fuertes y hermosas. Siempre me gustaron sus manos. Cuantas veces habré mirado sus manos, con sus manos me construyó una cabaña sobre un árbol para que yo tuviese mi primer refugio. Su mano abrazaba la cintura de mi madre cuando bailaban sin música en el jardín. Su mano me salvó en el mar y me llevó a la orilla. Me protegió, su mano hubiese matado por mí. Algunas noches necesité su mano junto a mi almohada para poder dormir. Sus manos distintas a la de todos los hombres de mi vida. Su mano que hizo tanto por amarme tanto.
Su mano se ha hecho vieja, llena de tiempo se va difuminando como él.
Su mano tiembla, como yo.
Su mano elegantemente abandonada mientras duerme.

Apoyo mi cara en su mano, no tengo otra cosa y quiero regalarle estas lágrimas.

3 comentarios:

  1. Las manos de nuestros viejos nunca nos abandonan. Piensa cuantas veces hemos encontrado las fuerzas que nos faltaban para poder seguir adelante... son sus manos. Ellas te acompañrán siempre.

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  2. Y qué bonita es esa mano.

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  3. Bellísima manera de expresar unos sentimientos tan particulares. Parece ser que la mano tiene tal cantidad de conexiones nerviosas con el cerebro, que es la pura expresión de su estado. ¡Mucho ánimo Elvira!

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