sobre las cosas del vivir



martes, 12 de junio de 2012

crosno...



Llegué a Crosno al atardecer. Los tejados azules se teñían ya de violeta pero aún no habían encendido las luces de las calles. Las calles de Crosno son empedradas y estrechas, por las noches en la puerta de cada casa encienden un farol. En Crosno no hay luz eléctrica, la primera vez que vi la ciudad iluminada por las velas me emocioné, tuve la sensación de haber llegado a una ciudad inventada por mí.
Encontré sin dificultad una casa donde vivir. Por las mañanas salía con todos los demás al otro lado de la muralla y ayudaba en las tareas del campo, me gustaba cuidar el huerto o salir a pescar en las barcas rojas que tenían en el puerto, porque Crosno estaba al borde del mar. Aprendí a podar olivos y a remendar las redes, no quise ir con los rebaños a la montaña ni quemar rastrojos, me dejaron hacer lo que más me gustaba.
Por las noches solía quedarme sola en mi casa pequeña, aunque a veces participaba en las fiestas que organizaban en la plaza, bailaba y comía con ellos. Reía con ellos y les contaba a algunos mi historia si me preguntaban de donde venía y cómo había llegado a su ciudad.
En Crosno fui feliz. Cuando anochece aún pienso en los tejados azules que se tiñen de violeta.

 Al final siempre huyo. No recuerdo qué fue lo que me hizo huir también de allí.

3 comentarios:

  1. Yo vivía en una de las casitas rojas y te veía pasar. Pero creo que nunca me miraste ni en Crosno ni en ningún sitio, tú huyes, yo soy invisible y te sigo.

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    1. Si?? Anónimo, si eres invisible, cómo voy a verte?

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    2. Como ves islas en las casas, dioses y demonios, y todas las cosas que cuentas, quizás algún día veas a los invisibles. eso espero.

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