sobre las cosas del vivir
sábado, 7 de abril de 2012
siéntate...
Siéntate, el sol comienza a bajar, vamos a mirar el mar. Un día me dijiste que a esta hora siempre eras feliz, aquel día yo te creí porque quería creerte. Así son las cosas, relativas y cambiantes. Después aprendí a descifrar tus mentiras que eran siempre dulces. Eso también lo aprendí de ti. Hay que saber mentir con dulzura, como hay que saber cocinar con amor o contar historias. A esta hora no hay que hablar, hay que sentarse cerca del mar y ser feliz, ya está.
Me decías que el corazón está lleno de cajones donde podemos ir guardando la vida que nos pasa, hay uno para los buenos recuerdos, otro para lo que hay que olvidar (ese cajón debe estar cerrado casi siempre para que no se escapen los olvidos). Tenemos un cajón para cada persona que hemos amado, ahí metemos sus palabras y sus besos, nada más. Hay un cajón para los sueños que aún no se han cumplido y otro para los que al cumplirse nos dejan tristes (ese cajón hay que airearlo de vez en cuando para que no huela mal). También tenemos un cajón especial para meter la felicidad, así podremos sacar un poquito cuando haga falta, que la hará.
Ven, siéntate, aunque no estés, he encontrado para ti una silla azul, yo me sentaré a tus pies en silencio, como hacíamos entonces, oyendo las olas me acariciarás el pelo, cuando el sol se haya ido nos miraremos.
Con la sonrisa y el mar en los ojos meteremos en el cajón la felicidad que nos sobra y en otro, más chiquito, el silencio.
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