sobre las cosas del vivir



domingo, 29 de abril de 2012

la alcazaba...




Ahora la alcazaba está abierta al público, restaurada y cuidada, entonces la silueta en la cresta del monte entre la ciudad y el mar era la misma pero estaba abandonada y destruida en muchas zonas, sucia. Era entonces cuando mi abuela me llevaba allí, nos perdíamos entre los muros, descubríamos habitaciones en penumbra con pequeñas ventanas verticales desde donde se veía el mar y entre las dos narrábamos nuestras ilusiones.
Nos sentábamos en las piedras y reconstuíamos el palacio, cubríamos las salas de azulejos  de colores brillantes con teselas doradas y guirnaldas de lacería. Colgábamos en los vanos cortinas de tejidos ricos y vaporosos que volaban con la brisa salada al atardecer, extendíamos alfombras persas y almohadones mullidos donde nos tumbaríamos a oír el tintineo de las fuentes y una música lejana de guitarras y flautas.
Hacíamos todo lo que queríamos porque en las ilusiones uno hace todo lo que quiere, me lo enseñó mi abuela, se bien cómo hacerlo y todavía lo hago.
En la alcazaba yo era siempre una princesa cristiana, quise ser mora, vestirme con gasas y cubrirme el rostro con un velo, pero decía mi abuela que las princesas moras no tienen los ojos verdes ni el pelo rubio, a cambio de ser cristiana el rey moro se enamoraría de mi, además los amores imposibles son mucho más divertidos, eso también me lo enseñó mi abuela, me querría tanto el rey moro que renunciaría a su reino frente al mar y me llevaría en un barco de vela a su tierra árabe, allí me amaría entre las dunas, un ejercito de dromedarios me acompañaría por el desierto bajo el cielo rojo y cien corceles blancos me esperarían a la puerta del palacio donde mi rey moro me abrazaría por las noches con sus fuertes brazos oscuros. Las ilusiones iban cambiando como queríamos, un día mi rey moro murió en una guerra para salvarme de unos bereberes que querían matarme por no ser mora, pero me puse tan triste que tuvimos que resucitarlo, sólo así dejé de llorar. Lo cuidé de sus heridas durante meses hasta que se puso fuerte y volvió a abrazarme.
Mi abuela me enseño a soñar, a vivir soñando, lo que ella no sabía es que los sueños, absurdamente, se empeñan en vivir mucho más tiempo que nosotros y que algunas veces son más importantes que la realidad.

La alcazaba, en mi ciudad, aún está llena de nuestras ilusiones.


viernes, 27 de abril de 2012

reino en el azul...



"Reino en el azul como una esfinge incomprendida" (Baudelaire "la belleza")

Por las mañanas, tras las noches blancas, subo a mi estudio blanco y disfruto de las horas blancas.
Apoyé la taza del café entre los papeles desordenados que tengo sobre la mesa, anoté una frase, creo que hice algún dibujo a lápiz, me tumbé en el sofá y miré el cielo. Azul. Azul también el mar.
Nada me impide reinar en el azul como una esfinge incomprendida.

En el azul se suavizó mi pena blanca.

jueves, 26 de abril de 2012

la superficie...




La superficie de las cosas, como el reflejo en el agua. Que se rompa, que se altere, que caigan piedras, gotas de lluvia o lágrimas, no importa, que algo haga que se mueva, una ráfaga de viento, un deseo, una sonrisa, un dedo, un pez. Que no pasen los días sin que fluya, sin que algo cambie.
Que suceda algo o alguien que haga vibrar la superficie de las cosas y su reflejo en el alma.
Que la vida no se estanque.

Sólo así el fondo sereno estará tranquilo.

martes, 24 de abril de 2012

cabras...



Una carretera de montaña me lleva desde el pueblo donde vivo hasta la ciudad. Todos los días conduzco entre pinos y almendros, es uno de los placeres diarios que me regala la vida. Al medio día veo el cielo azul o las nubes galopar sobre los montes, huelo el tomillo y el romero del campo porque llevo las ventanillas abiertas. Tras las curvas y el tunel aparece el mar. Conozco ya las retamas y las higueras del camino. En invierno paro en el pinar y recojo piñas secas para encender la chimenea. En primavera intento salir con más tiempo y busco florecillas blancas o vinagretas. Por la noche, cuando vuelvo, miro la luna que siempre cambia o las estrellas, he visto también zorros que caminan sigilosos y alguna vez una ardilla.
En ocasiones invade la carretera una piara de cabras. Entonces paro el motor y disfruto de esos momentos de espera, los perros que las acompañan las dirigen con alegría, ellas obedecen aunque alguna se detiene a mirarme insolente y parece que sonríe como yo.

Hoy me he cruzado con las cabras. Han sido los cinco minutos más felices del día.

lunes, 23 de abril de 2012

poniente...



Sopló fuerte el poniente al medio día. El poniente es un viento fresco y aunque el sol brillaba el aire entraba cargado de sal por los ojos y por la piel. Las velas desplegadas dejaban el barco a la sombra, menos la proa que saltaba las olas al sol embarcando agua. El poniente en primavera es un viento orgulloso, frío y limpio, deja el mar helado y de un azul tan intenso que casi duele, como duelen los recuerdos. El mar hace que todo parezca posible. El barco se escora pero no vuelca. El viento trae algunas ráfagas de miedo que hacen flamear las velas y todo lo que en tierra parece cierto.
Pasó el medio día y cayó el poniente. Volvió de pronto la seguridad, la estabilidad y la monotonía. Al caer el poniente, ya en tierra firme, se hizo cierto todo lo que en tierra parece cierto.

Lo que sólo el mar diluye.

jueves, 19 de abril de 2012

grande...



Grande, fuerte, lejano, impresionante.
Y yo pequeña, soñando su respiración sobre mi, su fuerza sobre mi.
Quieto. Para siempre. Soy yo, pequeña, la que lo busco, lo rodeo, me acerco, alzo la mano para tocarlo suavemente, con temor, no quiero que note mis dedos sobre su fuerza fría. No se si me ve, no se si me verá algún día, no se si sabe que lo miro desde abajo, que me pregunto de dónde vino, qué vivió, qué manos lo han tocado antes de la mía. 
Quiero perderme en él, montar en él, que me lleve lejos, que me salve del aburrimiento y del silencio. Abrazarme a él y olvidar.

En aquel museo me enamoré de aquel caballo grande. Otro gran amor imposible.

miércoles, 18 de abril de 2012

ángeles...





Tu ángel se queda en el inicio
y sólo para ti abre la puerta
Tú comprendes sin más
que ningún vacío está vacío.

Jean- Claude Renard


Mira distraídamente a tu ángel, está allí, a la sombra, esperando que lo reconozcas, acompañándote siempre, susurrando tu nombre que es el suyo. Si en algún momento piensas que se ha ido es porque tú has cerrado tu alma o porque intentas mirarlo de frente, entonces se avergüenza y se esconde. Míralo con dulzura, de reojo, no lo busques, no le preguntes ni le mantengas la mirada.

Como tú, él también va cumpliendo años y es quién mejor te conoce.

martes, 17 de abril de 2012

los parques...



"La vida es extrañamente fácil y dulce con ciertas personas de gran distinción natural, inteligentes, afectuosas, pero capaces de todos los vicios, aunque no ejerciten ninguno públicamente y no se les pueda atribuir con certeza ni uno solo. Tienen algo de sutil y secreto. Además su perversidad da algo de excitante a las ocupaciones más inocentes, como pasear de noche por los parques."

(Marcel Proust, "Los placeres y los días")

¿dónde están esas personas a las que la vida les es extrañamente fácil y dulce? ¿quién es capaz de todos los vicios? ¿quién es inteligente, afectuoso y perverso? ¿quién hace excitantes las ocupaciones más inocentes? ¿quién pasea de noche por los parques?

Los parques que recuerdo siempre están bañados por la luz del atardecer.

domingo, 15 de abril de 2012

feliz...




Feliz, eso es todo. Feliz por segundos, a sorbitos de té. Feliz por horas algunas veces, me sentía feliz a su lado, eso era todo. Me hicieron feliz sus palabras o sus gestos, hubo un momento en el que le brillaron los ojos y me hizo feliz. No pude decírselo porque era feliz, eso era todo, ya no cabía nada más. Su sonrisa me hizo feliz, tenía una sonrisa preciosa. Me hacía feliz.
Ahora me hace feliz recordar, a sorbitos de té, cómo me sentí feliz a su lado, eso es todo.

Está claro que todo nunca dura mucho, si no se llamaría de otra forma y ya no haría tan feliz.

viernes, 13 de abril de 2012

él...




Era él. Su mirada era triste. Su caminar lento. Casi siempre era invisible. En clase yo estaba absorta en mi dibujo y de repente él me tocaba el hombro. Se había convertido en una costumbre, él me tocaba el hombro sin decir nada y yo me asustaba siempre, entonces reíamos los dos. Yo más, él reía en silencio. Todo lo hacía en silencio. Pintaba en silencio, bromeaba en silencio, incluso hablaba en silencio. Tenía unas manos preciosas manchadas siempre de pintura o de barro, también llevaba la ropa manchada de pintura o de barro. Solía quedarse absorto mirando un cuadro, el cielo o el fluír del río. Después desapareció en silencio.
Este es un autorretrato que me regaló en silencio, antes de irse.
Quizás no tenía que haber escrito nada sobre él porque todo, absolutamente todo, lo dice su dibujo.

Cuando un dibujo o un cuadro dice mucho más que una foto o que todas las palabras.

jueves, 12 de abril de 2012

recuerdo...



Encendí una luz azul, que no era azul, pero así la quiero, azul, desdibujada, rota como el recuerdo. Aquella única noche.
Toda una noche de primavera.

De otra primavera.

martes, 10 de abril de 2012

las cosas reales...




Había un lugar donde sucedían las cosas reales.
En el pasado, cuando la vida era ordenada y existía la continuidad en el espacio, ese lugar se iba llenando de cosas reales que trascendían una sola vida. Antes una casa familiar duraba generaciones, en ella nacían niños y morían ancianos. Entre aquellas paredes las cosas reales crecían haciéndose sólidas y daban la seguridad del vivir, también del sufrir.
Cuando fui niña viví en una de esas casas repletas de realidad. Comencé a vivir rodeada de objetos y sensaciones acumuladas a lo largo de mucho tiempo y muchas vidas. Eso significaba que existía una especie de orden incuestionable aunque todo fuese absurdamente inestable. En la habitación donde me escondía había muebles hermosísimos, mesas de caoba, alfombras turcas, cristales de Venecia, bandejas de plata, porcelana china, cortinas de terciopelo y cuadros, muchos cuadros de todos los tamaños y con todas las temáticas, había paisajes holandeses, retratos, escenas costumbristas, bodegones de flores y frutas, pintados todos por maestros del pasado, un pasado aún más lejano que venía a formar parte de aquel espacio real. Pero no eran solo los objetos, eran las presencias, las palabras, los secretos, el sonido de un caminar sobre el mármol, el uniforme de las criadas que habían servido la mesa, las cenas con sus reproches y las veladas con sus chismorreos, seguro que también había en aquellas paredes sueños, de los que allí soñaron, sueños que se quedaron incrustados entre los pliegues de las cortinas o en los marcos dorados de los cuadros. Allí aprendí a mirar y a sentir pensando que ese espacio real donde sucedían las cosas, existiría siempre.
Sin embargo la vida ha girado, era inevitable, gira y avanza y se desliza sin darnos cuenta por el tiempo que pasa y las cosas que pasan y desaparecen. Ya no hay nada de aquello, desaparecieron los objetos y los recuerdos, ya no puedo esconderme en ningún espacio real porque no existe, todo se difumina imperceptiblemente.
Sigue habiendo lugares donde suceden las cosas pero cambian tanto, son tan efímeros que no tienen tiempo de crear historia, las historias se hacen pequeñas, efímeras como los espacios que habitan y pierden seguridad, no se atreven a crecer como hacían antes porque estaban regadas por la sólida realidad del pasado.
Al perder esa fuerza mi realidad también se ha hecho débil y ya no la distingo, cambia, se transforma, se acopla al tiempo que hace o a las palabras que oye. Se amolda a la mirada que encuentra, se refugia en los primeros brazos que la abrazan, mi realidad ya no tiene aquel orgullo de lo real que la protegía, se ha hecho vagabunda, a veces se esconde, otras se tumba al sol o se tira al mar.
Sigue habiendo un lugar donde suceden las cosas, aunque ya no son tan reales, ese lugar ya no está lleno de objetos ni de pasado, lo quiero vacío y limpio, sin ecos, casi sin palabras. Intento dejarlo abierto, alguien entra, alguien sale, casi nada permanece, disfruto de las pocas cosas que hay en él con la certeza de que también las perderé como he perdido lo real. A veces ese lugar es acogedor y seguro, otras veces es voluble y débil. Pero es el único lugar que queda.
Ese lugar viene conmigo, cuando tengo un camino o cuando estoy perdida.


El lugar que queda soy yo.                                 

lunes, 9 de abril de 2012

la edad...




Cuando tú tenías la edad que yo tengo ahora yo tenía veinte años y sin pensarlo pensaba que eras vieja. Yo ahora la palabra vieja la esquivo.
Cuando yo tenía veinte años tú tenías la edad que yo tengo ahora y no eras vieja, aunque yo lo pensase, claro que no lo eras, subías por las escaleras corriendo, saltando los escalones de dos en dos, criabas los pajaritos chicos que se caían de los nidos, criabas también tortugas en el patio y con el azadón labrabas los arriates del jardín, podabas los árboles tú sola subiéndote a las ramas con la sierra, sacabas a los perros, ibas con ellos a la playa y te tirabas al mar, incluso cuando hacía frío.
Yo también subo las escaleras corriendo y también salto los escalones de dos en dos, algunas veces me subo a algún árbol o me tiro por un tobogán, como hacías tú, y también me baño en el mar aunque haga frío.
Cuando tú tenías la edad que yo tengo ahora estabas informada, eras curiosa, hablabas con pasión de las cosas. Yo esa pasión ya la estoy perdiendo y no estoy informada, me he vuelto escéptica con la realidad y me escondo, tú no te escondías de nada ni de nadie. Yo si.
Yo tampoco soy vieja, quizás un poco más de lo que lo eras tú cuando tenías mi edad, aunque los que tienen ahora la edad que yo tenía cuando tú tenías mi edad lo piensen al mirarme y se sorprendan o se rían cuando subo las escaleras corriendo o cuando me tiro por el tobogán.

Me despierto un día más vieja, aún entre las sábanas miro las sombras en la pared y pienso en lo arbitrario y lo absurdo que es todo esto de la edad.

sábado, 7 de abril de 2012

siéntate...



Siéntate, el sol comienza a bajar, vamos a mirar el mar. Un día me dijiste que a esta hora siempre eras feliz, aquel día yo te creí porque quería creerte. Así son las cosas, relativas y cambiantes. Después aprendí a descifrar tus mentiras que eran siempre dulces. Eso también lo aprendí de ti. Hay que saber mentir con dulzura, como hay que saber cocinar con amor o contar historias. A esta hora no hay que hablar, hay que sentarse cerca del mar y ser feliz, ya está.
Me decías que el corazón está lleno de cajones donde podemos ir guardando la vida que nos pasa, hay uno para los buenos recuerdos, otro para lo que hay que olvidar (ese cajón debe estar cerrado casi siempre para que no se escapen los olvidos). Tenemos un cajón para cada persona que hemos amado, ahí metemos sus palabras y sus besos, nada más. Hay un cajón para los sueños que aún no se han cumplido y otro para los que al cumplirse nos dejan tristes (ese cajón hay que airearlo de vez en cuando para que no huela mal). También tenemos un cajón especial para meter la felicidad, así podremos sacar un poquito cuando haga falta, que la hará.
Ven, siéntate, aunque no estés, he encontrado para ti una silla azul, yo me sentaré a tus pies en silencio, como hacíamos entonces, oyendo las olas me acariciarás el pelo, cuando el sol se haya ido nos miraremos.

Con la sonrisa y el mar en los ojos meteremos en el cajón la felicidad que nos sobra y en otro, más chiquito, el silencio.

miércoles, 4 de abril de 2012

el león herido...



El león está herido, la leona muerta. Las flechas los atraviesan.
Una historia de amor narrada en la piedra: eran libres y fuertes, eran felices, invencibles hasta que llegaron las flechas.
Las flechas de la realidad, las de la vida, las que hieren y hacen sangrar, las que matan el amor, de las que hay que huir si se puede, ellos no pudieron o no supieron. La leona se dejó morir porque no quería seguir luchando. El león arrastra las patas dolorido, orgulloso aún ruge cerca de ella, aunque quizás se vaya para morir un poco más lejos.

Relieve asirio, Museo Británico, S.VII a.c.
Ya entonces se escribían bellas historias de amor.

martes, 3 de abril de 2012

bajábamos...



Bajábamos desde el séptimo piso corriendo, era muy divertido porque el giro de los escalones mareaba un poco y cuando llegábamos al portal estábamos borrachas de risas, mi prima Carmina era siempre la primera, la que más corría, llegaba a saltar los escalones de cuatro en cuatro, yo sólo conseguía saltar de tres en tres y algunas veces en el quinto o en el cuarto rellano me caía. Nos íbamos sujetando al pasamanos de madera y a veces nos quedábamos suspendidas en el aire, si te agarrabas con las dos manos al pasamanos conseguías saltar hasta siete escalones, eso llegó a hacer Carmina, yo nunca. En esa escalera también nos sentábamos a contarnos los secretos y era donde yo le hacía a Carmina los deberes sin que nadie se enterase, a cambio ella me pasaría la pelota en clase de gimnasia y si alguna mayor venía a por mi me defendería. En las escaleras ella besaba a su primer novio mientras yo esperaba dos pisos más arriba, por si venía alguien, no los veía pero los oía suspirar y susurrar. Carmina me dijo que cuando yo saliese con alguien ella también vigilaría. El mejor rellano para besar era el tercero porque allí vivía doña Concha que era sorda y no salía casi nunca.
Yo creía que el recuerdo era borroso, que el tiempo difumina y diluye, pero no es cierto. La vida me ha llevado hoy por casualidad a aquella escalera. He subido hasta el tercero buscando la consulta de un dentista, es el rellano de los besos, son los mismos escalones de mármol, el mismo pasamanos de madera, las mismas puertas, la luz que entra por la ventana es la misma, lo se porque ilumina el mismo desconcierto y las mismas dudas. Me he sentado en un escalón durante mucho tiempo intentando tragarme la emoción a sorbitos y respirar profundo para que al llegar al dentista los ojos no me llorasen.

Entonces recordé que fue bajando despacio esa escalera, en una tarde de primavera cuando dejé de ser niña y me hice mujer.

lunes, 2 de abril de 2012

la sombra salada...



A veces me duele el mar, como duele la niñez lejana y salada.
Si me dices azul pienso en pasado.
Si me tocas seguramente me alejo, y busco aquel temblor primero de sol y sombra.
A veces me duelen las lágrimas que no caen, creo que aún son aquellas del mar, en la niñez azul, temblando bajo el sol, a la sombra salada.

Las llevaré conmigo como un tesoro hasta que nada duela.

domingo, 1 de abril de 2012

la isla verde...



He estado en la isla verde. Es una isla escondida detrás de un valle no muy lejos del mar. En la isla verde la costa no es agreste, son unas lindes antiguas y unos setos tupidos. Se llega por un camino de tierra atravesando el jardín. Cuando mis amigos la descubrieron era una isla desierta pero de la tierra reseca han hecho un vergel. Hay que tener mucha fuerza y mucho amor para soñar una isla verde, de eso ellos tienen mucho, tienen también paciencia, atardeceres rojos y las sombras largas de las palmeras que han visto crecer. Sorprende cuando ves que alguien realiza un sueño. Da alegría y esperanza porque quizás algún día también tú lo realizarás.
En la isla verde han florecido los naranjos, los ciruelos, los nísperos. Los limoneros y los pomelos están llenos de frutos, la hierba está húmeda, el aire perfumado, es fácil perderse y difícil recordar lo que hay un poco más allá.

Las flores rompen el aire y salpican el atardecer como la espuma de las olas.