Al salir de clase en una tarde de invierno paseé por las calles de la ciudad con un amigo. Hablábamos de cosas pequeñas, las cosas pequeñas suelen llenar los momentos grandes. Él es alto y guapo, al caminar con él me sentía orgullosa de ir a su lado y de sus palabras. Me hacía reír. Lo acompañé a un anticuario, teníamos que ver unas sillas para su comedor. Me pidió consejo pero le dije que no me gustaban esas sillas. Cuando veo cosas antiguas tengo una especie de sensibilidad extraña, los objetos me dicen si se merecen una nueva vida, aquellas sillas no se merecían convivir con mi amigo alto y guapo.
En una esquina del anticuario, entre tanta cosa vieja, descubrí una bandeja de hierro pintada, deteriorada y bella, sugerente, colores vivos en formas diluidas, el tiempo sobre una bandeja de hierro, un tesoro por diez euros.
Esa bandeja se merecía venir a vivir conmigo. Ahora está en mi terraza y en las noches de verano pongo sobre ella las velas y las copas de vino cuando subo a mirar estrellas.
jejejejej, gracias, yo te pedi que me acompañaras al anticuario, pero al amigo que reflejas aqui lo has idealizado un poco, se que siempre me miras con tus mejores ojos. un beso.
ResponderEliminar¿OTRO AMIGO? y este alto y guapo y el otro solamente callado....esa bandeja te va a salir cara, amiga.
ResponderEliminarmi querido único amigo, a veces (pocas) te soy infiel.
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ResponderEliminarVi la imagen. Enseguida tuve palpitaciones. Me dije, es para mí. Esa bandeja me pertenece!!
ResponderEliminarPor un instante == al leerte == me hiciste distraer con el cuento de tu amigo guapo. Ahh, si. Recordé a un amigo guapo con el que a veces caminaba. Pero no, trampa! Acá lo central es la bandeja. La quiero. Es mía.
Luego leí que se fue contigo... que la usas durante las noches de veranos en tu terraza. Y que la juntas con velas y copas de vino.
Fair enough. Te la cedo.