sobre las cosas del vivir
jueves, 26 de julio de 2012
la pereza...
Hay una hora inventada para la pereza, la de la somnolencia en el calor, a la sombra. Los ojos se entornan sin voluntad de seguir mirando. Aparecen a esa hora los sueños olvidados, los deseos adormecidos, las ideas absurdas y todo se mezcla, se mece, se hace viscoso como el aire. Una leve sonrisa asoma al placer de creer que quizás cuando pase esa hora podrás realizar grandes cosas, que dirás las palabras que te queman aún, que llamarás al amigo, que escribirás una historia, que harás un dibujo con tinta china, que arreglarás el vestido azul, que irás a la compra en bicicleta, que olvidarás para siempre ese mal recuerdo, que lo que no es importante lo dejarás hoy también para mañana, que todo es posible, que el tiempo no pasa, que gracias a la pereza has recordado una escena de la niñez o un beso. Aquel beso tan largo y tan denso como esta pereza.
La pereza, esa gran virtud.
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Tal cual. Se piensa de todo mientras se pereza...
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