sobre las cosas del vivir



martes, 31 de julio de 2012

antaño...



Él vivía en una casa blanca que daba a un patio empedrado, ella vivía en otra casa blanca en el mismo patio empedrado justo frente a la casa de él. En en centro del patio crecían cada vez más altas cuatro palmeras y una hiedra. La casa de él miraba al norte, donde vivía ella. La de ella daba al sur. Su norte era él.
Trabajaban en una dehesa en un campo de Cádiz, cerca del mar. Él con el ganado, ella servía como criada. Volvían al patio empedrado al atardecer y se sentaban en la puerta de sus casas mirando al norte, él, ella a él.
Cuando ahorró lo suficiente, él se fue a su norte soñado. Ella se quedó esperando frente a la puerta cerrada, soñándolo a él. Al sur.
Él volvió con una mujer del norte y dos hijos que corretearon por el patio empedrado unos días de un verano. Ella siguió sirviendo en la casa grande hasta que la vendieron y la convirtieron en hotel. La casa de ella es ahora la habitación número 3.
Al atardecer, bajo las palmeras, se oye aún mezclado con el viento de levante un llanto pequeño y muy triste.

Las penas de amor se quedan incrustadas en las piedras


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