sobre las cosas del vivir
martes, 31 de julio de 2012
antaño...
Él vivía en una casa blanca que daba a un patio empedrado, ella vivía en otra casa blanca en el mismo patio empedrado justo frente a la casa de él. En en centro del patio crecían cada vez más altas cuatro palmeras y una hiedra. La casa de él miraba al norte, donde vivía ella. La de ella daba al sur. Su norte era él.
Trabajaban en una dehesa en un campo de Cádiz, cerca del mar. Él con el ganado, ella servía como criada. Volvían al patio empedrado al atardecer y se sentaban en la puerta de sus casas mirando al norte, él, ella a él.
Cuando ahorró lo suficiente, él se fue a su norte soñado. Ella se quedó esperando frente a la puerta cerrada, soñándolo a él. Al sur.
Él volvió con una mujer del norte y dos hijos que corretearon por el patio empedrado unos días de un verano. Ella siguió sirviendo en la casa grande hasta que la vendieron y la convirtieron en hotel. La casa de ella es ahora la habitación número 3.
Al atardecer, bajo las palmeras, se oye aún mezclado con el viento de levante un llanto pequeño y muy triste.
Las penas de amor se quedan incrustadas en las piedras
sábado, 28 de julio de 2012
anoche...
Cuando atardeció se calmó el viento y el mar, tras la montaña el cielo se hizo magenta, todas las gaviotas dormitaban en la playita chica que hay en la bocana del puerto, miraban el anochecer, como yo, inmóviles y silenciosas.
Al atracar ya había algunas estrellas en el cielo violeta todavía. Yo encendí las velas y bajé a cocinar una pasta sencilla y fresca, por la tarde había ido a pasear, encontré romero y tomillo en un campo tras las casas del pueblo, los maceré con aceite y tomate, unas anchoas y aceitunas. La pasta al dente. Abrí una botella de cava frío, vino Ina y cenamos en una noche quieta y finalmente cálida. Pude ponerme un vestido de seda ligera. Llevábamos sobre la piel todo el sol y todo el viento del día.
Anoche brindamos entre risas por el verano y por la felicidad.
jueves, 26 de julio de 2012
la pereza...
Hay una hora inventada para la pereza, la de la somnolencia en el calor, a la sombra. Los ojos se entornan sin voluntad de seguir mirando. Aparecen a esa hora los sueños olvidados, los deseos adormecidos, las ideas absurdas y todo se mezcla, se mece, se hace viscoso como el aire. Una leve sonrisa asoma al placer de creer que quizás cuando pase esa hora podrás realizar grandes cosas, que dirás las palabras que te queman aún, que llamarás al amigo, que escribirás una historia, que harás un dibujo con tinta china, que arreglarás el vestido azul, que irás a la compra en bicicleta, que olvidarás para siempre ese mal recuerdo, que lo que no es importante lo dejarás hoy también para mañana, que todo es posible, que el tiempo no pasa, que gracias a la pereza has recordado una escena de la niñez o un beso. Aquel beso tan largo y tan denso como esta pereza.
La pereza, esa gran virtud.
miércoles, 25 de julio de 2012
el oeste...
Hay un norte y un sur, un este y un oeste en los libros. Me lo ha escrito hoy, en una carta, un amigo. Cuando abres un libro, cuando comienzas una página estás al norte y vas descendiendo al este, al sur, quizás en el oeste encuentras la frase que te hace detenerte y esperar. También hay un alba y un atardecer en cada libro, en cada página, le he contestado yo, en una carta, al amigo. Pero no sólo en los libros llega la luz o la oscuridad y la noche, también en cada comida, en cada viaje, en cada relación. Piensa en el amanecer de las relaciones, cuando todo es fresco y limpio, cuando aún queda todo por hacer y descubrir, qué diferente al medio día de una relación o de una comida o de un viaje. Qué diferente al anochecer de una relación cuando la ilusión se apaga y el deseo se adormece, o de un viaje, cuando se vuelve cansado y todo termina. Porque todo termina.
También hay un norte y un sur, un este y un oeste en cada comida, en cada viaje, en cada relación, pero tenemos que recorrerlos sin brújula.
Me quedo esperando otra carta del amigo, quizás me sorprenda de nuevo y me diga que no todo termina o que no hace falta brújula para viajar por el norte ni el sur ni el este ni el oeste de una buena relación.
Yo querría creerlo, no todo termina. Se puede llegar sin brújula y sin perderse al oeste de una buena relación.
sábado, 21 de julio de 2012
es un verano...
Es un verano. En la playa me separo siempre de los demás. Soy una niña solitaria. En ese verano aún no hay demasiados turistas y los espacios vacíos son grandes. Yo siempre me alejo.
En la orilla he buscado piedras blancas y conchas. Hay muchas algas verdes entre las rocas, todavía no han desaparecido esas algas del mar. He recogido algas y piedras y conchas. Busco un lugar vacío y lejano para construir un castillo. Ya no veo el mar ni siento el sol sobre mis hombros quemados. Mojando la arena he hecho una muralla con una puerta empedrada y una avenida de árboles verdes. Tengo que correr por la arena ardiente hasta los cañaverales, hay cañas junto a la playa, no existen los bloques de apartamentos ni el paseo marítimo lleno de bares y restaurantes. Hay cañas, arena y mar.
Entre las cañas busco palitos pequeños, los corto a la medida que considero precisa y los hinco en fila a lo largo del camino que lleva al castillo, sobre los palitos coloco con mucho cuidado bolitas de algas y sonrío satisfecha, es un efecto perfecto, entonces hago un jardín, todo un jardín con parterres y fuentes, un lago que intento llenar con agua de mar pero el agua desaparece inmediatamente, la arena se la bebe. No importa, convierto el lago en un césped, extiendo con precisión una al lado de otra las algas que he ido a recoger a las rocas. No hay tiempo ni sed ni hambre. Sólo hay un castillo en mi verano.
Trabajo como una hormiguita. Una niña rubia, pequeña y loca recorriendo sola la playa buscando algas, palitos, piedras y conchas.
Pasa mucho tiempo, toda la mañana quizás. Mi castillo es cada vez más bonito. Yo ya vivo en ese castillo junto al mar rodeado de jardines de algas. Soy princesa en mi castillo. Seguramente nunca seré más feliz.
Levanto la cabeza. Hay un grupo de personas de todas las edades admirando mi castillo. Me aplauden. No me habían aplaudido antes ni me aplaudirán después.
Siento una vergüenza infinita. Salgo corriendo pisoteando mi castillo y me tiro al mar.
jueves, 19 de julio de 2012
promesas...
Si, recuerdo cada día que prometí dibujar. Cada día dibujo, vuelvo a educar la mirada. Como hice tantas veces, durante tanto tiempo, el cuaderno, la cajita de acuarelas, el lápiz, el pincel, casi siempre lo mojo en agua de mar, sobre el mar, buscando una sombra, sin prisa, la mano corre autónoma sobre el papel siguiendo un instinto que tenía olvidado. Los primeros días tenía que forzarme, encontrar el momento, comenzar. Pero ahora siempre surge el deseo de dibujar cualquier cosa. Voy viendo el mundo de otro modo, de otro color, más cercano a mi, a mis ojos, a mis dedos, a mi ánimo. Voy pasando las páginas del cuaderno, llenándolas de verano.
Es bueno cumplir las promesas que uno se hace a sí mismo.
domingo, 15 de julio de 2012
el terral...
El terral es un viento ardiente que llega de tierra. Vendrá de las montañas secas o de las llanuras del interior. Vuela bajo ese viento cruel, arrastrando el calor se hace denso y espeso como la lava. Cuando llega aquí, al mar, el terral se expande e inunda de fuego el aire. Con el terral es difícil sobrevivir. Hay que cerrarlo todo, buscar la oscuridad y respirar despacio.
Ayer hizo terral. Casi todos los animales y todas las personas se escondían asustados, se quejaban y maldecían. Sólo las gaviotas siguieron volando alto, alegres, más ligeras quizás porque el calor asciende y las empuja hacia arriba.
A mi el terral siempre me ha dado risa y ganas de volar. Me siento feliz y mi ánimo sube tan alto como las gaviotas.
jueves, 12 de julio de 2012
el nadador...
"El nadador" de metal que vuela, obra de Cayetano Romero.
Se lanzó al mar quizás o a un torrente que fluye, sin miedo, de cabeza, como se lanzan los valientes al agua o a la vida, cuando la vida fluye y arrastra.
Era cuestión de un segundo zambullirse, perderse entre las olas y nadar, el nadador de metal que vuela.
Lo detuvo el tiempo.
Suspendido en el aire sigue soñando para siempre (como yo) el nadador con nadar.
lunes, 9 de julio de 2012
esa sombra...
Atravieso las dunas hundiendo en la arena los pies descalzos. El cielo es de un azul infinito. Tan infinito como el verde del mar que aparece de repente tras los pinos. Suelo ir con pocas cosas cuando quiero ser feliz. Llevo agua dulce, aunque aveces, a sorbitos, bebo agua de mar, el libro, la crema, el pareo, las gafas de sol. Tiempo. Para ser feliz hace falta tiempo y ganas. Por el camino busco algunos palos o unas cañas porque luego ataré el pareo para que el viento lo levante como a una bandera roja.
Y yo, bajo esa sombra soy feliz.
viernes, 6 de julio de 2012
lineas de fuga...
Lineas de fuga, hacia la tierra, para adentrarse en el mundo, atravesando la arena y los matorrales está la vida, con las personas que se aman y las que son indiferentes, con las actividades cotidianas, con las cosas hermosas y las feas que hay que soportar, las comodidades, la comida, el agua dulce, la casa para protegerse del sol o del frío, porque el viento sopla helado. Lineas de fuga hacia todo lo que parece seguro, lo que da miedo perder, lo que se desea conquistar.
Lineas de fuga, hacia el mar, para alejarse del mundo, atravesando las olas y las algas hacia un sueño, hay pocas personas en el sueño, nada es cotidiano ni monótono ni igual, todo es líquido e infinito, no hay agua dulce ni casa donde refugiarse, pero se puede volar, amar y jugar. Olvidar.
Lineas de fuga hacia lo inseguro, lo que da miedo no alcanzar.
Más miedo da no ser valiente, quedarse parado, que el tiempo pase y no saber hacia donde caminar.
domingo, 1 de julio de 2012
verano...
Comienza el verano. Un verano grande.
Eso, que sea un verano grande, que venga muy salado de mucho mar, que esté lleno de cielos de todos los colores, de muchas horas de luz, de sombras. Noches de estrellas. Que pueda ver la costa con sus lucecitas a lo lejos para después buscar puerto y atracar. Que haya música suave y silencio fuerte. Lunas. Agua dulce. Olas. Que las cosas malas se hagan pequeñas y que por momentos se puedan olvidar. Que se cumplan algunos deseos, no todos que después sería aburrido no tener nada más que desear. Viento y calma chicha. Calor. Jazmines. Que haya paseos en bicicleta, libros a la sombra, sardinas, cerveza fría y tomates con sal. Que vengan los delfines (si quieren). Que haya amigos y risas. Vestidos de seda, piel morena, pies descalzos, brindis con velas, miradas y palabras sin hablar.
Que no se me olvide la cajita de acuarelas y en algunos momentos solitarios, mojar el pincel en agua de mar.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)