sobre las cosas del vivir



miércoles, 29 de febrero de 2012

adrián...



Adrián con apenas cuatro años me dibujó, para él yo era entonces grande y tenía unas extrañas manos que se extendían por el espacio como cuerpos, como montañas o como flores, mi cabeza era amarilla, tenía el pelo largo y horizontal, parecido al mar y un vestido rojo y verde, se dibujó a si mismo pequeño y marrón bajo mi brazo extraño, a mi sombra. Aquella tarde estuvimos dibujando en el suelo, llovía y no pudimos ir a los columpios del parque. Se sentó sobre el papel grande y se concentró, me miró y sin dudar trazó líneas firmes y seguras después coloreó con el pincel, mojándolo en la acuarela, sin pensar. Para explicar lo que había hecho escribió torpemente nuestros nombres.

Intenté aprender de él, yo no se si cuando fui niña era capaz de dibujar así, ahora no, no podría hacer un dibujo tan bueno.

lunes, 27 de febrero de 2012

gente rara...



Hay gente rara en todas partes, algunas veces en los lugares más extraños aparecen como por arte de magia.
¿Cuantas pisadas raras habrán roto el mármol?
Es un pasillo en un palacio. Los palacios también son raros, sobre todo ahora cuando pasan por las estancias raras turistas normales y ya no vive la auténtica gente rara que los habitaron. Sin embargo aún se puede identificar a la gente rara. No es rara por su aspecto la gente rara, he descubierto que la verdadera gente rara no intenta llamar la atención, aunque siempre, sin duda, se distingue del resto y de algún modo brilla.

Por un pasillo de mármol oigo el taconeo de unas botas negras y se eclipsa el murmullo. Alguien pasa a mi lado dejando en el aire su huella rara.

sábado, 25 de febrero de 2012

líquido...




Los sueños que tengo son líquidos, hay gente que tiene sueños sólidos y seguros, los construyen de piedra y les sirven para esconderse de la vida o del frío o del miedo. Mis sueños son líquidos, sé que resbalan, que fluyen, que cambian, que algunos se van evaporando y cuando voy a mirarlos encuentro sólo un charquito pequeño. También me mojan a veces o me inundan y en vez de protegerme me hacen tiritar y me estremezco. Es cierto que también me refrescan en verano o que puedo incluso beberlos y disolverme en ellos.
Los grandes sueños sólidos serán como lastres pesados.

Mis sueños líquidos no pesan y me los puedo llevar donde quiero.

jueves, 23 de febrero de 2012

pinceles...



Pinceles en un tarro, carboncillo sobre papel.
Algunos objetos nos acompañan a lo largo del tiempo, es curioso que suelen ser los objetos más modestos, los que se quedan callados en los rincones, sin brillar ni hablar alto, son los que se usan en silencio. Heredé de mi abuelo su maletín de pintura. Durante algún tiempo, cuando comencé a pintar, usé sus tubos de oleo viejos que estaban duros y resecos, pero lo hacía con la sensación mágica de utilizar los colores del pasado, creía ingenuamente que así mis cuadros serían más buenos. En la estantería de mi estudio aún tengo varios pinceles de aquellos que encontré en la caja de caoba de mi abuelo.

Como si  hubiese heredado una joya los pinceles me acompañan a lo largo del tiempo.

martes, 21 de febrero de 2012

un círculo...



Mi mano en un círculo.
En un café modernista. Al fondo, creo, tocaban el piano. Había lámparas con lágrimas de cristal y muchos espejos dorados. Madera tallada. Mesas pequeñas y sillas con ornamentos de hojas y volutas. Sobre la barra una bandeja de flores y frutas, ahora pienso que eso no lo veía nadie, solo yo. En la calle el mundo pasaba rápido, sucede a veces que el ritmo no sigue al tiempo. Aquí todo es lento, antiguo, huele a viejo. Tras el cristal de la puerta el mundo es nuevo. Hay tiendas con letreros grandes. Móviles sonando, la gente corre, fluye rápido el invierno. En alguna gran ciudad pasé toda la tarde en un café modernista, uno de esos lugares sin tiempo.

Apoyé la mano en un círculo con la emoción de pensar que alguien alguna vez habrá apoyado la mano en un círculo sin saber si alguien apoyó también la mano en el círculo del tiempo.

lunes, 20 de febrero de 2012

proa...



Algunas veces me voy a la proa del barco mientras navega. Para mi es el sitio más hermoso del mundo, todo se confunde, cielo y mar, el aire también cambia de dimensión y se hace denso, de la densidad del agua, entonces no comprendo como puedo respirar y llego a sentir que vuelo, sólo el sonido de las olas rompiendo en el casco del barco me recuerda que sigo sobre el mar, pero todo queda lejos, incluso los colores están lejos, yo estoy lejos. En esas ocasiones siento tan fuerte la emoción del mar que me estremezco, después intento contárselo a alguien o lo escribo.

Está claro sin embargo que ciertas emociones es imposible transmitirlas.

viernes, 17 de febrero de 2012

la camelia...

                                   


La camelia ha florecido bajo el frío intenso. Me impresiona que florezca en invierno, cuando el sol no consigue bajar hasta el patio rojo y se queda arriba, en la terraza, calentando el jazmín y el romero. Algunos días parece que la fuente va a congelarse, cuando meto la mano para sacar las hojas que han caído me duelen, de fría que está el agua, los dedos.
La flor de la camelia es de seda, de algodón, de espuma, tan frágil como una ola o como un secreto.

Sin embargo aún siendo tan hermosa es valiente y florece en invierno.

miércoles, 15 de febrero de 2012

se escriben con r...



Se  escriben con "R" muchas palabras que retumban, también resuenan en el fondo del alma. Rojo como el corazón, como muchos recuerdos, releer, rebuscar, regañar. Reír y las risas rojas, rascar cuando es como acariciar pero un poquito más fuerte. Redondo o rectangular. La rama del almendro, la rosa y el ruiseñor. El rincón donde me escondo. La niña rubia. El romero. Rogar si pedir se queda corto. Reloj cuando falta o sobra tiempo. La ribera del río y me río de las ilusiones o de los recuerdos. Rizo. Rezar aunque no se crea en nada. Razón. Rumor, sobre todo el rumor de la olas que rompen o de las ramas cuando las revuelve el viento, también hacen rumor los remordimientos que retumban y resuenan en el fondo del alma. Recomenzar. Rojo otra vez, resbalar, rescatar. Respirar. Reconocerse, cosa de un instante.

R O M A que es A M O R escrito al revés.

martes, 14 de febrero de 2012

las cosas menores...




Mi tiempo es lento, lleno de cosas menores y vida silenciosa.
En algunas mañanas de tiempo lento disfruto de las cosas menores que me rodean y en silencio ojeo libros de arte. Hay una pintura de cosas menores y de vida silenciosa, como la mía.
Me detengo hoy en un fragmento de un cuadro de Willem Claesz Heda, "Naturaleza muerta con pastel de moras".
Una esquina de una mesa con mantel de lino, un hermoso vaso de cristal se ha roto sobre el plato con restos de pastel, los trozos de vidrio se mezclan con las moras y los frutos secos. Hay silencio, sí, porque ya ha pasado todo y porque la pintura detiene el tiempo, pero vuelan en el aire las palabras dichas, el vino que se ha bebido en esa copa rota, el olor del pastel, la violencia quizá, el abandono.




¿Cuanto puede esconder la vida silenciosa y las cosas menores?

domingo, 12 de febrero de 2012

entre las piedras...



Entre las piedras una pinza coja. Yo paseaba por una calle desconocida. Cuando uno viaja solo algunas veces te acompaña la ausencia y hablas con ella cuando te sientas a tomar un café o un vino en la ribera del río. La ausencia puede llenarlo todo cuando te acompaña y al caminar por las calles te va indicando con el dedo las cosas que tu no verías si fueses solo. La ausencia me enseñó que los atardeceres huelen a barco y que las calles terminan en el mar.
La pinza coja nos sorprendió a la ausencia y a mi caminando sin rumbo y pensando tonterías. Estuvimos un buen rato mirando las piedras antes de descubrir que entre el tiempo y el musgo dormía una pinza coja. Tal vez estaba simplemente jugando a camuflarse y a ser otro. Querrá ser parte del muro, tendrá la ilusión de ser piedra, aunque sea de madera vieja y esté coja, me dijo la ausencia con ironía. Algunos aún tenemos sueños y nos escondemos para cumplirlos.

Después la ausencia me cogió de la mano y seguimos, en silencio, caminando hacia el mar.


viernes, 10 de febrero de 2012

el olivo...



El olivo estaba tras la valla del cortijo. Un verano, antes de que lo vendiesen mis padres, pasé allí todos los días y todas las noches. En el cortijo bajo una sierra agreste y azul.
Creo que fue allí donde aprendí a sentir profundo y a pensar suave. A la sombra del olivo.
Pusimos una hamaca donde íbamos durmiendo por turnos nuestros sueños. De mi padre eran las horas de la siesta, después de haber comido junto a la alberca, él dormía y roncaba con las chicharras. Mi madre prefería el atardecer, yo la noche profunda o los amaneceres frescos.
Algunas veces puse bajo el olivo una mesa de madera, un mantel antiguo y unas sillas, cogía flores del campo y las ponía en un jarrón con tomillo y romero. Encendía velas que colgaba de las ramas en tarritos de cristal, nos sentábamos allí a cenar y a hablar como los grillos, bajo las estrellas.
Perdimos el cortijo, los veranos y la familia, pero quizás estén aún en la corteza del olivo viejo nuestros sueños y las palabras que dijimos, incluso las que no llegamos a decir.

Los árboles viven y recuerdan mucho más que nosotros.

jueves, 9 de febrero de 2012

jueves...



Jueves noche. Hace frío pero no he podido encender la chimenea, he llegado tarde y he encendido sólo las velas, aún así la penumbra es mágica. No he puesto la televisión, sólo la música, para mi esta música es como una banda sonora, tarareo y me pierdo. Traigo recuerdos y sueños. Puedo hacer que se mezclen, como se mezclan las luces con las sombras, como cuando se mezclan los colores o se amasa el barro, puedo creer que nada es real. Incluso puedo hacer que el tiempo pase o se detenga. Soy niña ante las figuras de luz que hacía mi madre con el cigarro en la oscuridad antes de dormir, soy yo ahora poniendo flores en un jarrón que nadie verá, soy quien habla y quien calla, quien se muestra y quien se esconde.

No importa, la realidad y el sueño, el pasado y el presente, la sombra y la luz.

nubes bajas...



Las nubes, como muchas cosas en la vida, suelen sorprenderme. Me sorprenden algunas personas y casi todos los animales. Me sorprende el tiempo y como pasa rápido o  muy lento, me sorprenden las piedras, las palabras y algunos besos. Me sorprenden las risas y cuando las risas nacen de los recuerdos, me sorprenden las lágrimas si no las espero. Me sorprende siempre el mar y el amor.
Era un anochecer limpio, subía por la carretera de curvas que me lleva al pueblo, me sorprendió el galopar de las nubes bajas conquistando el cielo.

La luna las miraba también, sorprendida como yo.

martes, 7 de febrero de 2012

el sofá...



Llego en alguna noche oscura, pero ni la soledad ni el frío me preocupan, traigo dentro una alegría suave, deseo tumbarme en el sofá, taparme con la mantita blanca y mirar el patio rojo, las luces tras las macetas grandes dibujan unas sombras tan hermosas que puedo mirarlas durante mucho tiempo, el tiempo se pierde cuando me tumbo por las noches en el sofá. Normalmente pongo alguna música delicada, pero no siempre, muchos días el silencio es más dulce que el sonido. Abro un libro y comprendo el origen de esa alegría que me empujaba mientras caminaba por las calles oscuras.

La alegría, el patio rojo, la noche, un libro, el sofá.

lunes, 6 de febrero de 2012

el gran canal...



Otra vez Venecia. Lo bueno de dibujar cuando se viaja es que cuando vuelve a abrirse el cuaderno que se llevó al viaje aparece el recuerdo. Una fotografía detiene el tiempo, un dibujo atrapa el recuerdo. Al dibujar hay que pararse, buscar un rinconcito donde sentarse y mirar, hay que conseguir que la mirada salga por los dedos, dibujar es acariciar y es mentir, al dibujar uno puede transformar las cosas que ve, idealizarlas. Venecia sin turistas, una puesta de sol en el gran canal.

Paso las hojas del cuaderno en una tarde de invierno persiguiendo recuerdos.

domingo, 5 de febrero de 2012

se puso el sol...



Se puso el sol en el puerto. El sol se va y viene todos los días, desde el infinito pasado y hasta el infinito futuro se irá y vendrá cada día, es una de las pocas cosas ciertas que dan un poco de seguridad en el vivir.
Lo impresionante es que sabiendo que sucederá cada día de la vida, cuando uno se detiene a ver el sol que se va se siente una emoción nueva.

Infinita también.

viernes, 3 de febrero de 2012

un prosecco...



Un prosecco y un panino en Venecia.
Cuando viajo, suelo volver siempre al mismo sitio si he encontrado lo que buscaba, la gente no lo hace y cuando viaja va siempre a otro lugar, parece que se pierde el tiempo si se repite, creo que tienen razón y hacen bien en ir a la búsqueda de otras cosas, pero cuando yo viajo hago lo que quiero y quiero volver. No me importa perderme otras cosas que quizás no llegue nunca a descubrir, de todos modos es imposible conocerlo todo.
En Venecia descubrí el primer día una terraza junto a un canal, era un sitio increíblemente tranquilo, sin bullicio ni turistas, seis mesitas al borde del canal y una especie de quiosco donde tenía que entrar a pedir mi prosecco y mi panino, me sentaba en una mesa al sol y allí leía o dibujaba y dejaba pasar las horas del medio día en un sueño fantástico, estar en Venecia junto a un canal tomando un prosecco al sol del invierno.

Repetir lo bueno nunca me ha parecido una mala idea.

miércoles, 1 de febrero de 2012

en lo más profundo del invierno...



"En lo más profundo del invierno finalmente comprendí que dentro de mí hay un verano invencible"  (A.Camús)

En verano los días son largos. El objetivo fundamental es buscar la sombra y tirarse al mar. Cuando el viento lo permite se sacan las velas y el barco navega. Silencio, horizonte, gaviotas. Algunos pensamientos se diluyen, sensaciones o sentimientos siempre suaves y adormecidos, todo azul. A veces se ven delfines y entonces se siente una enorme felicidad, azul como todo.
Al caer la tarde se vuelve a puerto. Encender la vela que cuelgo en la botavara, una copa de cava, algunos libros y la puesta del sol.

Busco en la memoria mi verano invencible para que me salve del frío y de la melancolía en estas largas tardes profundas de invierno o de recuerdo azul.