sobre las cosas del vivir



miércoles, 3 de julio de 2013

la siesta...



Es muy fácil. Sirve cualquier trozo de tela lo suficientemente grande, una sábana, un chal de seda, un pareo de algodón rojo. Te tumbas a la hora de la siesta en cualquier sitio tranquilo. Cuando eras niña detrás de la casa, en aquel trozo de jardín que creías solo tuyo, donde crecían la dama de noche y el laurel. También en playas solitarias, bajo algunos árboles grandes, aquella higuera, aquel nogal. En el prado del norte cuando no llovía, en la azotea ardiente de aquella casa de Sevilla. Sabes buscar una sombra y te tumbas, doblas las piernas y te cubres con la tela, la cabeza también, haces un escondite que vibra con el viento y te alejas del mundo, sola, tú sabes huir. A la hora de la siesta no duermes, sueñas, sonríes, susurras muy bajito secretos que se lleva el calor o la brisa si sopla. No importa donde estés.

Sigues igual, quizás cuando despiertes y salgas de tu nido algunas de las palabras, que sólo en las siestas rojas te atreves a decir, hayan llegado a su destino.


2 comentarios:

  1. Es una foto sensual la que subiste, inspirada por tu "siesta roja" de vapores y ansias.

    por dónde habrás andado

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