sobre las cosas del vivir



martes, 29 de noviembre de 2011

prunus...



Nunca había tenido un árbol de hoja caduca, ahora tengo uno, un prunus, está en el patio pequeño, lo compré cuando murió mi madre porque era el árbol que más le gustaba y se lo regalé post mortem, Cuando lo miro pienso en ella, los amores son a veces tan extraños, nunca pensé que se pudiese amar más aún a alguien cuando ya no está.
Pasa el invierno sin hojas convertido en un esqueleto cómico y frágil, orgulloso, ignorando al fícus, a la glicina, a la camelia que florece cuando él está desnudo. Entonces yo lo podo, en alguna mañana fría me subo a la escalera y voy eligiendo las ramitas que tengo que cortar para que cuando llegue la primavera florezca de nuevo y tras las flores frágiles como él y como yo, salgan de nuevo las hojas rojas. Mientras lo podo voy hablando con mi madre porque el prunus es suyo y lo cuido tanto para ella.
El verano lo pasa recubierto de hojas que dan una sombra violácea a mi patio pequeño, yo en verano me ducho en el patio con la manguera y miro el cielo azul através de sus hojas blandas.
Después llega el otoño y lentamente se va desprendiendo de las hojas que caen a los chinos y al agua de la fuente. Las veo caer y las voy recogiendo despacito, como si fuese un rito. Los movimientos lentos aveces dan la felicidad.

2 comentarios:

  1. Me acuerdo perfectamente de este escrito que leí hace años. Pero esta vez lo saboreé más. Mis sentidos se han desplegado en este tiempo. Ahora pude sentir las estaciones en tu paisaje, la realidad tangible del amor más allá de la ausencia ( o será que no existe tal cosa, la ausencia?)...Volví a decirme que el color de esa pared es perfecto para tu prunus madre. Y al llegar al otoño en tu relato seguí en silencio tu recoger las hojas caídas en tu rito amoroso hija-madre, recordando que una vez me explicaste qué eran los chinos. Suena el agua de tu fuente diciendo vida. Amiga del alma. Que estés bien.

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